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DESAFÍO DE EXPECTATIVAS: EL CAMINO HACIA LA PAZ INTERIOR Y EL CRECIMIENTO ORGANIZACIONAL

Nuestro cerebro está naturalmente programado para garantizar nuestra supervivencia, lo que nos lleva a buscar seguridad y previsibilidad en un mundo incierto. Al tratar con el futuro, especialmente en entornos corporativos dinámicos, las expectativas surgen como un intento de controlar lo que está por venir. Esperamos que las decisiones de nuestro equipo conduzcan al éxito, que las nuevas estrategias traigan beneficios o que los proyectos sean exitosos. Sin embargo, cuanto más altas son las expectativas, mayor es el riesgo de frustración cuando las cosas no salen como se planearon. En un mundo corporativo que exige resultados rápidos y constantes, esta desconexión entre lo que esperamos y lo que realmente sucede puede convertirse en una fuente significativa de estrés e insatisfacción.

La expectativa es una visión del futuro, a menudo moldeada por idealizaciones, un deseo de controlar lo que debe suceder. Se trata de una perspectiva rígida, que deja poco espacio para la adaptación o para las sorpresas que el proceso puede ofrecer. En otras palabras, la expectativa trata de controlar el futuro y espera que las cosas sigan un camino predeterminado. La confianza, por otro lado, reconoce la incertidumbre y abre espacio para lo imprevisto, sabiendo que, independientemente del resultado, el proceso tiene su valor y que somos capaces de manejar lo que venga.

La relación entre expectativas y frustración es, a menudo, la clave para entender gran parte del sufrimiento humano y, particularmente, las dificultades enfrentadas en el entorno profesional. La insatisfacción con un proyecto que no alcanza los objetivos establecidos, o la frustración ante una promoción que no ocurre como se esperaba, son experiencias universales. Estos fenómenos ocurren porque, a menudo, nuestras expectativas se alejan de la realidad.

La expectativa, al estar muchas veces basada en ideales o comparaciones con otros escenarios, busca guiarnos hacia un futuro preestablecido. Este deseo rígido puede impedirnos ver otras posibilidades o alternativas que pueden ser tan buenas (o mejores) que nuestras suposiciones iniciales. Como una película aclamada que nos decepciona o una cena simple que no cumple con nuestras expectativas, el mundo corporativo también es escenario de grandes expectativas que, cuando no se cumplen, generan desilusión y frustración.

Esta dinámica es ampliamente explotada por las empresas, especialmente en marketing, que sigue la fórmula de la satisfacción del cliente: Satisfacción = Percepción – Expectativa. Cuanto mayor es la expectativa, más difícil es llenar el vacío con experiencias o resultados que realmente satisfagan. Este proceso, muchas veces inconsciente, moldea no solo nuestras interacciones diarias, sino también nuestras decisiones y respuestas emocionales en el entorno corporativo.

Sin embargo, existe un camino para revertir esta dinámica. Podemos aprender a gestionar nuestras expectativas de manera equilibrada, ajustándolas de forma que minimicen el riesgo de frustración y maximicen el aprendizaje y la satisfacción durante el proceso. Y aquí es donde entra el verdadero poder de un proceso de desarrollo conductual: la capacidad de ajustar nuestra visión de la realidad y cultivar una mentalidad que priorice el crecimiento y la resiliencia, en lugar de obsesionarnos con el control de los resultados.

LA CONFIANZA COMO ALTERNATIVA A LA EXPECTATIVA: EL CAMINO HACIA LA RESILIENCIA EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE

Lo que realmente necesitamos, especialmente en tiempos desafiantes, como los que hemos vivido principalmente en el contexto pospandemia, es entender que confianza y expectativa no son sinónimos. Aunque ambos implican una proyección del futuro, la forma en que tratamos cada uno de estos conceptos hace toda la diferencia en nuestra salud emocional y los resultados que logramos, tanto en el ámbito personal como corporativo.

La confianza, a diferencia de la expectativa, no se adhiere a una visión rígida de cómo deben ser las cosas. Es fluida y abierta, lo que nos permite navegar por las incertidumbres con resiliencia. Cuando depositamos nuestra confianza en un futuro incierto, sin crear una imagen fija de cómo debe desarrollarse, podemos cultivar una esperanza más sólida y real, que no depende de un punto específico en el tiempo o de un evento idealizado para ser validada.

Viktor Frankl, psiquiatra y sobreviviente del Holocausto, ilustra brillantemente esta distinción en su libro El hombre en busca de sentido. Durante la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz se aferraron a la esperanza de ser liberados para la Navidad de 1944. Cuando esa fecha pasó y la liberación no ocurrió, muchos de ellos sucumbieron a la desesperanza, creyendo que el fin de su sufrimiento nunca llegaría. Sin embargo, la liberación llegó algunas semanas después, y el sufrimiento de estos prisioneros se vio profundamente exacerbado por la rigidez de sus expectativas. El punto crucial de esta lección es que la confianza en un futuro posible y positivo es vital, pero fijar nuestras expectativas en un momento específico puede atraparnos emocionalmente y afectar directamente nuestra salud mental.

Este fenómeno no se limita a momentos de crisis. En el mundo corporativo, el escenario es similar. Cuanto más rígidas sean nuestras expectativas sobre plazos, resultados o proyecciones de crecimiento, más vulnerables nos volvemos a la frustración. Podemos convertirnos en prisioneros de un escenario idealizado, incapaces de percibir los pequeños éxitos a lo largo del camino simplemente porque nuestra visión del futuro no se ha materializado como esperábamos. Esto es especialmente pertinente en el entorno laboral, donde los proyectos pueden retrasarse, los cambios en el mercado pueden ocurrir de manera impredecible y las incertidumbres pueden afectar incluso las estrategias mejor elaboradas.

El verdadero secreto no está en abandonar nuestras metas o ambiciones, sino en aprender a cultivar una confianza más flexible. Cuando creemos que las cosas mejorarán y que somos capaces de adaptarnos, sin importar cuándo o cómo sucederá, mantenemos nuestra motivación alta. En lugar de esperar una fecha específica, debemos centrarnos en seguir adelante y confiar en que, a lo largo del camino, encontraremos las soluciones necesarias para superar los obstáculos que surjan. Esta confianza nos permite crecer de manera continua, incluso cuando los resultados no cumplen inmediatamente con nuestras expectativas.

En el entorno corporativo, este cambio de perspectiva es crucial. Los líderes que entienden la diferencia entre expectativa y confianza crean equipos más resilientes, más enfocados en el proceso que solo en el resultado final. La confianza en uno mismo, en el equipo y en el proceso de adaptación transforma los desafíos en oportunidades de aprendizaje y crecimiento, en lugar de frustraciones que agotan la energía y la motivación.

Cuando comenzamos a centrarnos en la confianza como fuerza orientadora, en lugar de depender de expectativas fijas, nuestro enfoque hacia los desafíos se vuelve más adaptable y resiliente. En lugar de aferrarnos a escenarios idealizados, aceptamos la incertidumbre como parte del proceso y, con ello, encontramos la fuerza para seguir adelante, incluso cuando las cosas no salen como se planeó.

LA GRATITUD COMO ANTÍDOTO A LA FRUSTRACIÓN: IMPACTO EN LA SALUD MENTAL Y EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Esta mentalidad de flexibilidad y confianza puede ser potenciada por la práctica de la gratitud, que se convierte en un poderoso antídoto contra la frustración. Cuando adoptamos la gratitud no solo como un gesto, sino como una práctica diaria, somos capaces de modificar profundamente nuestra percepción de lo que está ocurriendo. Transforma la manera en que interactuamos con el entorno a nuestro alrededor, tanto a nivel personal como organizacional.

Como se mencionó anteriormente, la confianza nos permite navegar por la incertidumbre con resiliencia, mientras que la gratitud nos ayuda a encontrar significado y satisfacción en el proceso, independientemente de los resultados inmediatos. Ahora bien, cuando somos agradecidos, no solo reconocemos los aspectos positivos, sino que también aceptamos los desafíos como oportunidades de crecimiento, creando un ciclo positivo de aprendizaje y adaptación.

Adoptar la gratitud como un estado continuo de aceptación y reconocimiento cambia no solo nuestra percepción individual, sino que también genera un impacto colectivo en el entorno social y corporativo. En una organización, por ejemplo, cuando un líder confía en su equipo, no impone un camino fijo hacia el éxito, sino que reconoce que, incluso frente a desafíos inesperados, el equipo es capaz de encontrar soluciones innovadoras, aprender de los fracasos y celebrar los avances.
Recuerdo una situación durante un proyecto desafiante en una empresa, donde después de muchos momentos de estrés, me di cuenta de cómo simples gestos de gratitud, como un agradecimiento genuino después de una tarea bien ejecutada, cambiaron completamente el ambiente de trabajo. En lugar de esperar grandes gestos o resultados, el equipo comenzó a valorar el proceso, reconociendo la importancia de los pequeños avances. Esto creó un ciclo virtuoso: más confianza, más compromiso y más colaboración, incluso frente a la incertidumbre.

Según investigaciones en el campo de la psicología positiva, las prácticas regulares de gratitud están asociadas con un aumento significativo del bienestar emocional, la reducción de los síntomas de depresión y ansiedad, e incluso la mejora de la calidad del sueño. Un estudio clásico de Emmons y McCullough (2003) mostró que las personas que mantenían un diario de gratitud, escribiendo sobre lo que agradecían cada semana, experimentaban un aumento del 25% en sus niveles de felicidad en comparación con aquellos que no practicaban esta reflexión diaria.

La gratitud nos coloca en un estado de aceptación y reconocimiento de los pequeños y grandes regalos de la vida. Cuando cambiamos nuestra mentalidad de “esperar para agradecer” a “agradecer mientras experimentamos”, la calidad de nuestra experiencia diaria se transforma. En lugar de juzgar una cena simple como inferior a lo que imaginábamos, podemos elegir agradecer por la intención y el esfuerzo. En lugar de posponer nuestra felicidad hasta que se concrete una situación externa, como la llegada de una promoción o la resolución de un problema corporativo, podemos encontrar alegría en el momento presente, tal como es.

Este concepto también resuena a un nivel más amplio en la psicología social, que observa cómo la gratitud puede fortalecer los lazos sociales y promover la cooperación en ambientes colectivos. En un estudio de Algoe (2012), se demostró que expresar gratitud no solo mejora la salud mental individual, sino que también fortalece las relaciones interpersonales, creando un ambiente de confianza y reciprocidad. Esto es especialmente relevante en el mundo corporativo, donde la colaboración y la empatía entre equipos pueden ser más productivas cuando existe una cultura de reconocimiento y aprecio mutuo.

Por lo tanto, la gratitud no es solo una técnica para mejorar el bienestar individual, sino también una poderosa herramienta social y organizacional. Cuando los líderes y equipos adoptan una práctica regular de gratitud, ya sea mediante agradecimientos espontáneos o rituales formales, este cambio de perspectiva no solo reduce el impacto de la frustración en momentos de adversidad, sino que también fortalece el espíritu de equipo y la resiliencia organizacional. Como afirma Robert Emmons, uno de los principales investigadores sobre la gratitud, “la gratitud es una fuerza social que puede transformar las relaciones interpersonales y también nuestra relación con la vida”.

Por eso insisto en decir que, en lugar de depender de la realización de nuestras expectativas para sentirnos satisfechos, podemos entrenar nuestra mente para encontrar gratitud en cada paso del viaje, independientemente del resultado final. Esto no significa resignación o pasividad, sino un reconocimiento activo del valor intrínseco de cada experiencia. Y al hacerlo, no solo reducimos la frustración, sino que también cultivamos un espacio mental y emocional que nos permite crecer y evolucionar de manera más saludable y equilibrada, tanto en nuestra vida personal como en el entorno corporativo.

Ahora, al enfocarnos en la práctica de la gratitud y en cómo nos conduce a una vida más plena, nos damos cuenta de que este proceso también implica vivir plenamente en el presente, un aspecto fundamental de la ética de las relaciones y la elección de la felicidad.

VIVIR EN EL PRESENTE: LA ÉTICA DE LAS RELACIONES Y LA ELECCIÓN DE LA FELICIDAD

Cuando hablamos de gratitud, nos abrimos al presente, porque nos enseña a vivir la jornada plenamente. La práctica de la gratitud solo es posible de manera consciente, y es precisamente por eso que solo existe en el presente. Este ejercicio nos brinda un estado de aceptación genuina, permitiéndonos alejarnos de expectativas rígidas y centrarnos en lo que realmente importa: el momento en que estamos.

Entender que vivir sin grandes expectativas no significa abandonar sueños o metas es una invitación profunda para liberar nuestra felicidad de las ataduras de la anticipación. Al abrazar el presente como la única realidad que realmente podemos controlar, comenzamos a darnos cuenta de que la felicidad no está vinculada a un evento futuro o a un ideal distante, sino a la forma en que respondemos a las situaciones de la vida. Con esto, experimentamos una paz interior que es incondicional, no dependiente de circunstancias específicas.

La ética de las relaciones humanas es esencial en este proceso. Vivir de manera ética significa actuar según valores fundamentales como la honestidad, la empatía y el respeto por las necesidades y sentimientos de los demás, sin olvidar también respetar nuestras propias necesidades y límites. Cuando nos liberamos de expectativas fijas, comenzamos a centrarnos en lo que realmente importa: la calidad de nuestras relaciones y la integridad con la que nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Esto implica ser presentes, escuchar atentamente, comprender la diversidad de perspectivas y cultivar el respeto mutuo en todas las interacciones cotidianas.

En el contexto corporativo, esta ética de las relaciones va más allá de un código de conducta; se trata de una postura constante de elección. Elegimos cómo reaccionamos a los desafíos, cómo nos relacionamos con los equipos y cómo manejamos la incertidumbre. Estos actos cotidianos, a menudo invisibles, son las elecciones que moldean nuestra experiencia y, por lo tanto, nuestra felicidad. La verdadera libertad proviene de nuestra capacidad de decidir conscientemente cómo responder a las presiones externas, y no de simplemente reaccionar de manera impulsiva.

Al practicar esta ética, naturalmente nos centramos en el presente, creando la base para una vida más equilibrada y satisfactoria. En este sentido, la felicidad deja de ser un premio condicionado a una situación específica y se convierte en una práctica diaria, una elección que hacemos en cada momento. Al fin y al cabo, ser ético también es ser armonioso. Elegir ser agradecido, elegir ser amable, elegir vivir con propósito y sentido, todo esto nos acerca a una felicidad duradera, que no está sujeta a las fluctuaciones de las expectativas.

Por ejemplo, la gratitud se puede practicar al reconocer las pequeñas bendiciones del día a día, como una sonrisa de alguien o la oportunidad de aprender algo nuevo. La amabilidad se manifiesta al ofrecer apoyo a quien lo necesita, incluso cuando el entorno a nuestro alrededor es desafiante. Y vivir con propósito es ser intencional en nuestras acciones, asegurando que nuestras actitudes estén alineadas con nuestros valores más profundos. Al tomar estas decisiones todos los días, estamos creando un camino que nos lleva a una felicidad estable, no condicionada por los resultados o las expectativas externas.

La felicidad no es un destino, sino una manera de viajar, como diría el filósofo francés Albert Camus. En lugar de proyectar nuestra felicidad hacia un futuro incierto, podemos experimentar la alegría del momento presente, sin importar los resultados que traiga. Este es un aspecto crucial de la psicología positiva, que enseña que la felicidad no es la consecuencia de algo que podamos alcanzar, sino la consecuencia de cómo elegimos vivir en el aquí y ahora.

Esta perspectiva tiene un impacto directo en la salud mental. Según estudiosos como Tal Ben-Shahar, profesor de psicología positiva, las emociones positivas se cultivan cuando nos centramos en el presente y actuamos de manera ética y auténtica. Cuando nos permitimos ser verdaderos con nosotros mismos y con los demás, dejamos de depender de eventos externos para definir nuestro bienestar y comenzamos a vivirlo plenamente en cada pequeña elección que hacemos a lo largo del camino.

TRANSFORMAR EXPECTATIVAS EN ACCIONES: EL IMPACTO EN EL AMBIENTE CORPORATIVO

Ahora que hemos discutido la importancia de reconfigurar nuestras expectativas, confianza, gratitud y ética, el siguiente paso es transformar esta nueva mentalidad en acciones concretas dentro del entorno corporativo. Este proceso implica cambiar la forma en que manejamos los desafíos, cómo se moldean las expectativas dentro de los equipos y, lo más importante, cómo los líderes pueden generar un impacto positivo y transformador.

1. Liderazgo Adaptativo: De la Expectativa a la Realidad

El primer cambio crucial es cómo los líderes abordan las expectativas dentro de la organización. En lugar de esperar que los resultados sean predecibles e inmutables, los líderes efectivos reconocen la inevitabilidad de las sorpresas y se preparan para la adaptación. Aquí, la flexibilidad se convierte en un pilar, ya que las acciones deben estar guiadas por la capacidad de responder a las situaciones, más que por la imposición de una expectativa rígida. Para convertir esto en acción, los líderes pueden adoptar prácticas como:

Establecer metas flexibles que permitan ajustes a medida que cambian los escenarios.
Fomentar una mentalidad de experimentación, donde el fracaso se vea como parte del proceso de aprendizaje e innovación.

2. Crear Espacios para la Confianza y la Gratitud

En el entorno corporativo, la confianza y la gratitud no deben ser solo conceptos abstractos, sino comportamientos activos. Transformar expectativas en acciones significa crear un espacio donde los líderes y los empleados puedan apoyarse mutuamente, fortalecer los vínculos y trabajar juntos para obtener mejores resultados.

Aquí hay algunas formas de implementar la confianza y la gratitud en la práctica diaria:

Retroalimentación constante y constructiva: En lugar de esperar resultados perfectos, fomente el intercambio continuo de retroalimentación, reconociendo los progresos, incluso los pequeños. Esto aumenta la confianza entre los equipos.
Prácticas de reconocimiento y agradecimiento: Incorporar rituales de gratitud, como agradecer públicamente los logros y esfuerzos, fomenta una cultura positiva alineada con la expectativa de crecimiento mutuo.

3. Transformar Expectativas en Estrategias

Finalmente, transformar expectativas en acciones prácticas implica traducir esta mentalidad en estrategias corporativas y operacionales. Para hacerlo, es esencial:

Redefinir la planificación estratégica, incorporando la adaptabilidad y la flexibilidad en los objetivos a largo plazo.
Ajustar la comunicación interna para reflejar la visión del cambio, creando un ambiente donde todos entiendan que, aunque los objetivos sean claros, el camino para alcanzarlos puede ser flexible, ajustable y colaborativo.
De este modo, la transformación de expectativas no es un concepto abstracto, sino una práctica diaria que impacta la forma en que las empresas operan y cómo sus equipos interactúan. Al aplicar la confianza, la gratitud y la flexibilidad como herramientas centrales en el entorno corporativo, creamos un ciclo de retroalimentación positiva, donde cada acción refleja la creencia en el potencial de todos, independientemente de los desafíos.

LA LIBERTAD DE VIVIR EN EL PRESENTE Y LA ALEGRÍA DE SER FLEXIBLES CON NUESTROS DESEOS

Este aprendizaje, enraizado en la autocompasión y en la aceptación radical, nos capacita para enfrentar los desafíos de la vida —en el ámbito personal, profesional y organizacional— con mayor ligereza, flexibilidad y resiliencia. La práctica de la autocompasión nos enseña a ser amables con nosotros mismos, especialmente cuando nuestras expectativas no se cumplen. La aceptación radical nos invita a integrar nuestros deseos en la realidad del presente, permitiendo que lo que ya tenemos sea suficiente para proporcionarnos satisfacción y paz interior.

Vivir en el presente no significa renunciar a nuestros deseos, sino permitir que coexistan con la aceptación de lo que ya es. Al unir deseo y aceptación genuina, creamos una libertad emocional que nos permite navegar por las turbulencias de la vida con serenidad. Este acto de vivir en el ahora es una forma de coraje y autotransformación, que nos conecta con nuestro verdadero potencial, libres de las ataduras de las expectativas rígidas.

No es casualidad que la trampa de las grandes expectativas nos lleve a reflexionar sobre lo que realmente necesitamos para ser felices. Cuando liberamos nuestras mentes de la rigidez de las previsiones y abrazamos la flexibilidad de la confianza y la gratitud, cada experiencia —ya sea positiva o negativa— deja de ser un termómetro de satisfacción inmediata, convirtiéndose en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento continuo. En un mundo que constantemente nos presiona a buscar más, la verdadera felicidad no está en alcanzar lo que esperábamos, sino en vivir plenamente con lo que ya tenemos.

Este movimiento no es conformismo, sino la celebración del viaje. En lugar de obsesionarnos con el destino final, aprendemos a abrazar el proceso, encontrando alegría en cada paso, en las decisiones que tomamos en cada momento y en las relaciones que cultivamos a lo largo del camino. En el contexto corporativo, donde la presión por resultados inmediatos puede generar ambientes tóxicos e insostenibles, el verdadero liderazgo y la resiliencia organizacional nacen cuando aplicamos este principio: aprovechar el presente, alinear nuestros valores con nuestras acciones y celebrar las pequeñas victorias diarias.

Cuando dejamos de aferrarnos a expectativas inalcanzables, no nos estamos conformando, sino permitiéndonos ser más humanos, más presentes —para nosotros mismos y para los demás. Y es en este espacio de presencia, autenticidad y gratitud donde florece la verdadera felicidad.

Entonces, pregúntate: ¿Qué sería posible, tanto en tu trabajo como en tu vida personal, si dejaras de vivir cautivo de tus expectativas y abrazaras la libertad del ahora? Esto no es una limitación, sino una puerta abierta hacia una nueva comprensión del éxito, donde la paz y la satisfacción ya residen en el momento presente, esperando ser reconocidas.

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Hola, soy Marcello de Souza. Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de TI y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en importantes proyectos de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí sumergirme en el universo de la mente humana.

Desde entonces, me he convertido en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una carrera diversa, destaco mi papel como:

Master Sênior Coach & Trainer: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, logrando resultados extraordinarios.

Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y el compromiso de los empleados.

Especialista en Desarrollo del Lenguaje y Comportamiento: Mejorando las habilidades de comunicación y autoconciencia, capacitando a las personas para enfrentar desafíos con resiliencia.

Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando la terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.

Constelación Psíquica Sistémica Familiar & Organizacional: Basada en las leyes sistémicas y psíquicas del comportamiento que rigen nuestros afectos, esta práctica ofrece una visión profunda de las influencias ancestrales que moldean nuestro viaje.

Hipnoterapeuta: Basada en la interacción entre mente y metáforas, la Hipnoterapia ayuda a superar obstáculos, patrones no deseados y promueve el autodescubrimiento.

Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos valiosos e ideas en eventos, entrenamientos y publicaciones para inspirar cambios positivos.

Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.

Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el campo son ampliamente reconocidas en cientos de clases, sesiones de entrenamiento, conferencias y artículos publicados.

Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 05/2024).

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