FELICIDAD EN LAS ORGANIZACIONES PARTE 2: EL PESO OCULTO DE LA FELICIDAD

“Entre las complejidades del mundo yace el deseo insaciable de descubrir la respuesta de cómo ser feliz, una carrera vertiginosa en la que solo los sabios, después de un tiempo, se dan cuenta de su futilidad. Esta búsqueda implacable nos mantiene alejados de nuestra esencia, ocupados y agotados, mientras la vacuidad persiste. Sin embargo, la pregunta real puede ser más simple de lo que imaginamos. Todo lo que realmente necesitamos hacer es detenernos, respirar y apreciar cada momento presente en su totalidad por existir, y luego preguntarnos, ¿por qué?” ( Marcello de Souza) Para aquellos que leyeron la primera parte de esta serie de artículos que aborda precisamente el papel de la felicidad en las empresas, ya se dieron cuenta de que el tema es mucho más complejo de lo esperado, ¿verdad? No hay una línea de defensa capaz de explicar la felicidad y su papel en la vida más que su búsqueda en uno mismo. La comprensión de la felicidad a lo largo de la historia es una narrativa compleja y multifacética que abarca una variedad de culturas y filosofías. Desde tiempos antiguos hasta el día de hoy, se han desarrollado y explorado diferentes conceptos de felicidad de la misma manera que nunca se ha llegado a una única conclusión. Imagina que incluso en el siglo XVII a.C., Zoroastro mencionó la búsqueda de la felicidad como la búsqueda de un refugio seguro, involucrando elementos como la familia y el ganado. En China en el siglo VI a.C., Lao Tsé enfatizó la armonía con la naturaleza, mientras que Confucio destacó valores como el deber, la cortesía, la sabiduría y la generosidad como fundamentales para una existencia feliz. Por otro lado, el budismo, fundado por Siddhartha Gautama en el siglo VI a.C., enseña que la felicidad se logra a través de la liberación del sufrimiento, un estado alcanzado a través del Noble Óctuple Sendero y la superación del deseo. Aristipo de Cirene, contemporáneo de Platón, distinguía dos estados del alma humana: el placer (movimiento suave del amor) y el dolor (movimiento áspero del amor). De ahí surge un enfoque conocido como hedonista, donde la felicidad se ve como la búsqueda incesante del placer y la minimización del dolor. Esta visión coloca el placer sensorial y emocional en el centro de la búsqueda de la felicidad, planteando preguntas sobre el equilibrio entre el placer inmediato y a largo plazo, así como sobre la búsqueda de placeres que no causen daño a uno mismo o a los demás. Aún en el siglo IV a.C., Aristóteles veía la felicidad como una actividad del alma en conformidad con la virtud, relacionándola con la satisfacción y la realización personal, conocida como Eudaimonia, arraigada en el desarrollo de virtudes y en el florecimiento personal. Para él, implica la búsqueda de un propósito de vida significativo, la realización del potencial humano y la práctica de virtudes como la valentía, la sabiduría y la generosidad. La felicidad aquí está vinculada a la autenticidad y al crecimiento personal. En el epicureísmo, una filosofía defendida por Epicuro, antiguo filósofo griego, la felicidad se concibe como el resultado de la búsqueda de un placer tranquilo, basado en la amistad, la sabiduría y la moderación. Epicuro valoraba la ataraxia, la tranquilidad de la mente, como un estado deseable para alcanzar la felicidad. Luego vinieron los estoicos que creían que la tranquilidad (ataraxia) era el camino hacia la felicidad, enfatizando el control sobre las cosas que no podían cambiarse. Para el cristianismo, a través de las enseñanzas de Jesucristo, el amor fue destacado como la clave para la armonía y la felicidad. Epicteto fue más allá; abordó la felicidad centrándose en el control sobre nuestras vidas. Argumentaba que la verdadera felicidad surge cuando aceptamos que solo tenemos control sobre nuestras acciones y elecciones. En lugar de buscar riqueza, fama o placer, enfatizaba el desarrollo de virtudes morales, como la sabiduría, la valentía, la justicia y la moderación. Creía que la infelicidad se originaba en la búsqueda de cosas externas más allá de nuestro control. Santo Agustín, uno de los fundamentalistas del cristianismo, veía la felicidad como el resultado de buscar a Dios y conformarse con su voluntad. Tomás de Aquino, otro teólogo cristiano, argumentaba que la felicidad se alcanzaba a través de la búsqueda de Dios y del florecimiento humano, mediante el desarrollo de las virtudes. Cada una de estas perspectivas ofrece una visión única y distinta de lo que constituye la verdadera felicidad y cómo alcanzarla en su respectiva tradición filosófica o religiosa. En el siglo VII, Mahoma enfatizó la caridad y la esperanza en la vida después de la muerte como elementos esenciales para una felicidad eterna. Baruch Spinoza sostenía que la verdadera felicidad estaba intrínsecamente ligada al conocimiento y a la comprensión de la naturaleza de las cosas, junto con la aceptación de nuestra posición en el universo. Veía la búsqueda del entendimiento como un camino fundamental hacia la felicidad. Por otro lado, Arthur Schopenhauer tenía una visión pesimista de la vida y la felicidad. Creía que la felicidad consistía en la ausencia de sufrimiento y sugería que la mejor manera de alcanzarla era minimizar el deseo y la voluntad. IMMANUEL KANT sostenía que la búsqueda de la felicidad debería ser guiada por la moralidad y el deber. Él creía que la verdadera felicidad estaba alineada con la razón y el cumplimiento del deber moral. Karl Marx, por su parte, defendió una sociedad igualitaria como un camino para la felicidad humana. A fines del siglo XIX, Sigmund Freud exploró la búsqueda de la felicidad a través del “principio del placer” y el “principio de la realidad”, con sus limitaciones inherentes. Jean-Paul Sartre, un filósofo existencialista, argumentaba que la felicidad estaba vinculada a la autenticidad y a la libertad personal. Para él, la verdadera felicidad surgía cuando asumíamos la responsabilidad de nuestras elecciones y creamos nuestro propio significado en la vida. Viktor Frankl argumentó que la búsqueda de la felicidad, por sí sola, a menudo puede ser frustrante e inalcanzable. En cambio, él enfatizó la importancia de encontrar un propósito o sentido en la vida como una fuente más duradera de satisfacción. Él creía que cuando las personas encuentran un significado genuino en sus vidas, incluso en las situaciones más difíciles, pueden experimentar una forma más profunda de contentamiento y bienestar. En otras palabras, para Frankl, la alegría de vivir está relacionada con la búsqueda de significado y propósito en la vida, en lugar de una búsqueda directa y egoísta de la felicidad como un objetivo en sí. Al encontrar un propósito significativo, las personas pueden experimentar un tipo más profundo y duradero de contentamiento, incluso en medio de dificultades y desafíos. En las décadas más recientes, la psicología positiva, desarrollada por Martin Seligman y otros, ha explorado la felicidad como un campo de investigación científica. La psicología positiva examina factores como la gratitud, el optimismo, la resiliencia y el compromiso como componentes importantes de la felicidad. Esta aproximación enfatiza la importancia del bienestar psicológico y del desarrollo personal en la búsqueda de la felicidad. Hemos llegado al punto de querer vincular la felicidad con la genética. ¡Sí! Según algunos científicos, los estudios genéticos sugieren que la felicidad también tiene un componente hereditario. Hoy, la concepción de la felicidad está intrínsecamente vinculada al “culto del individuo”, relacionándola con la calidad de vida y la autoestima. La depresión se ve como un “fracaso performativo del sujeto”, y el bienestar subjetivo depende de una serie de factores, como la autonomía, las relaciones y la autoconfianza. Sin mencionar la felicidad de la autoayuda, que destaca el Tener en detrimento del Ser, y que a menudo promueve soluciones simplistas y genéricas, en contra de la comprensión de la felicidad como algo complejo y tan singular como multifacético en un universo plural. La frenética carrera hacia la felicidad, que sale del mundo de la comprensión y entra en el escenario del espectáculo, es un espectáculo extraño e inquietante que presenciamos hoy. La sociedad moderna nos empuja hacia un abismo de tener, mostrar y demostrar nuestra felicidad a cualquier costo. En este escenario del espectáculo, la felicidad ya no es una búsqueda interior, deja el Ser para el Tener, como una imposición exterior. Es como si nos dijeran: “Debes ser feliz, o hay algo mal contigo”. Esta felicidad “exploratoria” e imperativa se ha convertido en una necesidad, un mandato que se nos impone. Aquellos que se atreven a no seguir este dictamen son etiquetados como dementes y menospreciados. No es de sorprender el creciente número de personas que sufren de depresión, ansiedad y soledad en nuestra sociedad individualizada y temerosa. La búsqueda incesante de la felicidad nos aleja de nosotros mismos, nos hace extraños en nuestra propia piel. Nos vemos obligados a vivir vidas artificiales, moldeadas por las expectativas de los demás, en lugar de permitirnos ser auténticos. Creo que ya debe haber entendido que hoy es precisamente desde esta perspectiva que quiero generar la reflexión para que vayamos comprendiendo a fondo el “Chief Happiness Officer”. Quiero explorar una visión menos optimista de la felicidad en el contexto corporativo. No es que la intención sea deprimirlo, al contrario, romper el statu quo de la visión simplista y entender cómo deberíamos ver realmente la relación felicidad versus empresa. En otras palabras, la idea hoy es provocar y hacerlo cuestionar esta imposición de la felicidad para que nos permitamos explorar la complejidad de nuestras emociones y experiencias. La idea es ayudar a descifrar la verdadera felicidad que no puede ser enlatada ni vendida. Cuando entendemos la perspectiva de la felicidad en la evolución humana, pronto nos damos cuenta de que de alguna manera, en el fondo, todos buscan demostrar que reside en la aceptación de nuestra humanidad imperfecta y en la búsqueda de significado en lugar de placer vacío. Quizás por eso, la idea principal de un CHO no es decir qué es y cómo ser feliz; al contrario, es estar abierto para que cada uno por sí mismo descubra por sí mismo, incluso si eso significa desafiar las normas y expectativas impuestas. Después de todo, la felicidad genuina no es un espectáculo para los demás, sino un viaje interno de autoconocimiento y autenticidad. EN CONTRA DE LO OBVIO El hecho es que, sea lo que sea, bajo la perspectiva occidental u oriental, donde las visiones orientales y occidentales difieren en muchos aspectos. Mientras que Occidente tiende a buscar la felicidad en el exterior, a través de logros y placeres materiales, el Oriente dirige la búsqueda hacia adentro, haciendo hincapié en la espiritualidad y la paz interior. Mientras Occidente ve la felicidad como un logro, el Oriente la ve como un estado de ser. Espero que ya quede claro que desde los primeros días de la filosofía, la búsqueda de la felicidad se ha considerado una aspiración noble y un derecho inalienable de la condición humana. Sin embargo, cuando hablamos del entorno laboral, a lo largo de los siglos, lo que comenzó como un ideal libertario en la Ilustración del siglo XVIII parece haber adquirido una sombra siniestra de expectativas poco realistas y un deber incesante. En la cúspide de la Ilustración, pensadores como John Locke, Thomas Jefferson y Jeremy Bentham proclamaron la búsqueda de la felicidad como un derecho natural, un principio fundamental que debería ser protegido por los gobiernos. Fue un llamado a la libertad individual y al logro personal. Sin embargo, esta noble visión de la felicidad se ha transformado con el tiempo. Hoy en día, la búsqueda de la felicidad a menudo se presenta ante nosotros como una demanda implacable. Las redes sociales y los medios de comunicación nos bombardean con imágenes de vidas perfectas, llevándonos a creer que la felicidad es constante y que cualquier desviación de este ideal es una falla personal. La presión social de ser feliz todo el tiempo se ha vuelto abrumadora. Además, la búsqueda de la felicidad ha evolucionado de una aspiración a un deber. La frase “Declaro estos derechos inalienables: Vida, Libertad y Búsqueda de la Felicidad” parece ahora … Continue lendo FELICIDAD EN LAS ORGANIZACIONES PARTE 2: EL PESO OCULTO DE LA FELICIDAD