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SER RESILIENTE NO ES SER RESISTENTE: UNA PERSPECTIVA FUNDAMENTAL

Es común que las ciencias humanas adopten terminologías de otras disciplinas que puedan simbolizar un estado o una concepción psicológica o conductual. Fundamentalemente, el término “resiliencia”, derivado del latín “resiliens” (participio pasado de “resilire”, que significa “rebotar, saltar hacia atrás”, de “re-“, que significa “hacia atrás”, más “salire”, que significa “saltar”), dio origen a la palabra resiliencia. Utilizado en la física, específicamente en el campo de la resistencia de materiales, se ha convertido en una de las palabras clave en el vocabulario del mundo corporativo.

En el siglo XXI, el término “resiliencia” se ha transformado en un cliché y se considera una de las grandes fortalezas del profesional actual. Cada vez más solicitado, este adjetivo se aplica de manera imperativa como una calidad fundamental y necesaria para cualquier candidato que busca empleo. La resiliencia no solo se ha vuelto predominante en casi todos los entornos, sino que también es una parte fundamental dentro de las corporaciones como un requisito necesario e integral para cualquier equipo.

Si profundiza en el tema, encontrará muchas variables en su significado, así como miles de literaturas que abordan el tema de las formas más diversas. Desconsiderando la desinformación propuesta por la autoayuda, es un hecho que las teorías sobre resiliencia fundamentadas en las ciencias humanas, como la psicología social y las neurociencias, desempeñan un papel importante en el desarrollo y la comprensión del comportamiento humano.

Estudiando Psicología Social, observé conexiones que pudieron traducir de manera efectiva la esencia de lo que significa ser resiliente, y uno de los puntos que más me llamó la atención es precisamente la importancia de entender que la resiliencia no tiene que ver con la resistencia.

La resiliencia, en física, específicamente en la ciencia de materiales, es volver al estado normal o la capacidad de absorber energía en la región elástica. Incluso considerando las perspectivas existentes hoy en día sobre el tema, básicamente su concepción, de manera general y simbólica, gira en torno al propio significado de la física, que es la predisposición para recuperarse de algún impacto sufrido o para chocar y volver a ser lo que era antes de la colisión. A diferencia de la resistencia, básicamente es el concepto físico de elasticidad que se relaciona propiamente con la resiliencia en términos psíquicos. En otras palabras, la elasticidad sería la característica de los materiales de deformarse y volver a su forma original después de que cesa la causa de la deformación. Para deformarse sin romperse, se requiere la resiliencia, que implica la absorción de la energía del impacto. A partir de este principio metafórico, la principal énfasis radica en la capacidad dada como el poder de recuperación. La base de la contextualización humana de la resiliencia, por lo tanto, tiene como sentido la recuperación.

Fue alrededor de la década de 1970 que surgieron los primeros estudios dedicados a comprender por qué algunas personas permanecían saludables y otras no cuando se enfrentaban a condiciones humanas y comportamentales severas, incluso sometidas a dolor y sufrimiento constantes. Las primeras investigaciones trataban este tema como personas invulnerables y el fenómeno, de invulnerabilidad. Norman Garmezy, profesor universitario de psicología, fue uno de los pioneros en la investigación sobre el tema, trabajando con niños en alto riesgo y su vulnerabilidad. Sus estudios comenzaron al notar que muchos hijos de padres esquizofrénicos no sufrían ninguna enfermedad psicológica porque fueron criados por ellos. A partir de ahí, avanzó examinando los modelos estratégicos utilizados por las personas con el objetivo de adaptarse a circunstancias adversas, dolor, sufrimiento o estrés (llamado coping). El crecimiento señalaba que en el proceso de desarrollo, siempre había niños resilientes, considerados invencibles, entre aquellos en alto riesgo. Hizo del tema un objetivo fundamental de sus estudios, traduciéndolo de manera más amplia, y se propagó por el mundo académico y científico. Inicialmente, en la década de 1980, los denominó seres humanos resilientes. El término fue posteriormente reemplazado solo por resiliente. Los estudios sobre la resiliencia se multiplicaron rápidamente en todo el mundo y surgieron líneas de estudio y nuevas propuestas en diferentes campos del comportamiento humano, y hasta el día de hoy, tienen una gran relevancia en la investigación científica.

El fundamento inicial de la investigación fue entender precisamente las relaciones y vínculos que tienen entre sí las personas resilientes. Incluso en el mismo espacio y al mismo tiempo, algunas personas responden de manera muy diferente a ciertas condiciones que otras. No solo considerando el sentido de recuperarse de un daño, sino también la habilidad intrínseca del individuo para superar y su potencial no solo para ser lo que era antes, sino también para ser hábil en el crecimiento personal a través de la experiencia.

Al estudiar las relaciones comunes que son pertinentes en las personas resilientes, se puede considerar que una persona resiliente posee algunos elementos relacionales. Cuando convergemos los estudios sobre el tema, se notan algunos puntos estándar. En la práctica, son habilidades que pueden desarrollarse y/o mejorarse. Uno de los puntos más importantes que generan muchos malentendidos es la comprensión de cómo diferenciar la resiliencia de la resistencia.

Uno de los primeros equívocos que encontré en algunos textos es la comparación entre resistencia y resiliencia. En física, a diferencia de la resiliencia, la resistencia de un material es la capacidad de resistir a una fuerza aplicada. En otras palabras, se puede decir que tener resistencia implica considerar una fuerza que, oponiéndose a otra, mantiene su estructura sin ceder, de manera rígida, contraponiéndose, pero cuando no soporta la fuerza contraria, se rompe, incapaz de volver al estado anterior. Dubitativamente, hay quienes entienden que esta ley también se aplica al resiliente. Como parte de esta confusión, muchos concluyen que cuanto más capaz sea el ser humano de soportar, más resistente será, y, por lo tanto, más exitoso será en la vida, lo que lo convierte en una persona resiliente. Pero no es así. Para entender la diferencia, es necesario comprender las características fundamentales que conforman a un resiliente.

Lidiar con los propios problemas, superar obstáculos y no ceder a la presión en realidad exige de la persona una capacidad cognitiva mucho más compleja que consume mucha de nuestra energía física y mental.

Se considera resiliente a aquel que maneja el estrés y busca conscientemente minimizar las acciones frente a los factores de riesgo, además de la capacidad de no desmoronarse ante lo imprevisto o las dificultades. No porque sea rígido, sino por su flexibilidad, capacidad de adaptarse. Después de todo, la resiliencia implica estar preparado para recuperarse como un acto de superación, no de resistencia. Una persona resiliente se vuelve mejor con la experiencia, sea cual sea. Se fortalecen con los desafíos de la vida, permitiéndose aprender de los errores y los aciertos.

Los resilientes no son optimistas. De hecho, son realistas con la competencia de ver posibilidades. Lejos de traer verdades y certezas, son excelentes observadores con un gran sentido de la realidad. Necesariamente, solo puede ser resiliente cuando es posible percibir la realidad presente sin miedo a enfrentarla. Consciente de la realidad es que se tienen las condiciones para comprenderla y solo comprendiéndola es que se está preparado para hacer lo mejor en esa situación. La falta de conciencia de la realidad es la ausencia de claridad en los pasos que debemos dar para encontrar posibilidades para enfrentar la vida tal como es, parte de la cual tenemos control y parte de la cual no, lo que llamamos azar.

“No podemos escapar de la realidad, pero no podemos escapar de las consecuencias de escapar de la realidad.” (Ayn Rand)

No reconocer la realidad es vivir en función de creencias limitantes, lo que representa un impedimento para crecer. Al no poder reflexionar sobre el mundo que nos rodea, a menudo lleva a vivir en resistencia a un mundo que está en plena transformación. La resistencia está entonces en la terquedad, la inflexibilidad y en la creación de muchas dificultades para aceptar cambios. Las personas resistentes crean sus propios obstáculos precisamente por las dificultades para aceptar y reconocer límites, tanto los de los demás como los propios. Con el tiempo, terminan aislando a las personas, creando una barrera en la vida social, en la escuela, en el trabajo, en las relaciones y en la familia. Siempre es necesario recordar que somos seres libres y al mismo tiempo responsables de nuestras propias elecciones, y el crecimiento personal es parte de esto.

Ante este breve y sucinto resumen sobre resiliencia, es posible identificar un punto fundamental que diferencia al resistente del resiliente, y este punto está relacionado precisamente con la capacidad de claridad cognitiva de la persona.

Según estudios actuales, esto ocurre porque el cuerpo humano maneja de manera diferente estas dos cuestiones. Una de las propuestas sobre el tema se basa en los estudios presentados por Jim Loehr, James Loehr y Tony Schwartz, que demuestran que gestionar la energía, y no solo el tiempo, es el factor crucial para un buen rendimiento en cualquier momento de la vida y esto favorece ser resiliente. Trabajando con atletas de alto rendimiento, estos tres autores notaron que, con el tiempo, las habilidades y disciplinas de los deportistas también se aplicaban adecuadamente a los entornos corporativos y empresariales competitivos. En sus observaciones, verificaron que en todas nuestras relaciones con el mundo, ya sea a través de pensamientos, emociones y comportamientos, se requiere un gasto en términos de energía. A partir de esta premisa, para ellos, la cuestión no se centra solo en la cantidad de tiempo que tenemos, sino en la cantidad y calidad de energía que somos capaces de invertir durante ese tiempo.

Nuestra salud, buen rendimiento y alegría se ven fuertemente afectados por una buena gestión de nuestra energía. Esto se debe a que, cuando pasamos mucho tiempo en la zona de esfuerzo, comprometiéndonos, necesariamente también necesitamos más tiempo en la zona de recuperación, de lo contrario, corremos el riesgo de decaer. Cuando nos sentimos cansados, el cuerpo automáticamente se desmotiva para que podamos reducir la velocidad y luego recuperar esa energía descansando. Este proceso se denomina infrarregulación. Se necesita mucha energía para superar una fase de baja motivación y poder unir fuerzas para comprometerse lo suficiente como para sentirse estimulado nuevamente. Esto se llama suprarregulación. Este proceso requiere energía y necesariamente, si no hay un período adecuado de descanso, seguimos amplificando el desequilibrio energético, lo que aumenta el nivel de agotamiento mental y corporal y, con él, el estrés. Además de los perjuicios para la salud causados por el aumento del estrés, con el tiempo, perdemos el sentido lógico, la capacidad de concentración, la percepción y la claridad de pensamiento.

A mayor desequilibrio causado por el exceso de esfuerzo, mayor será la relevancia de las actividades que nos permitan volver a un estado de equilibrio. La importancia de un período de recuperación aumenta proporcionalmente a la cantidad de esfuerzo y resistencia que nos proponemos imponer. Si estás tratando de crear resiliencia en el trabajo, necesitas necesariamente períodos de descanso satisfactorios, tanto internos como externos, para lograrlo. Esta también es la propuesta de los investigadores Zijlstra, Cropley y Rydstedt. En un artículo de 2014: “La recuperación interna se refiere a los períodos más cortos de relajación que ocurren durante la jornada laboral o en el entorno laboral en forma de pausas cortas programadas o no programadas, desplazando la atención o alternando con otras tareas laborales cuando los recursos mentales o físicos necesarios para la tarea inicial están temporalmente reducidos o agotados. La recuperación externa se refiere a acciones que ocurren fuera del trabajo, por ejemplo, en el tiempo libre entre los días laborables y durante los fines de semana, feriados o vacaciones”.

Cuando se menciona el descanso, se habla necesariamente de pausar, relajarse, descansar. Si después del trabajo te acuestas en la cama y cargas contigo el estrés de tu día, mal humor, o incluso si te acuestas preocupado por el siguiente día, tu cerebro no ha comprendido la pausa para el descanso y continuará activo partiendo de la condición anterior que era de fuerte estímulo mental. Nuestro cerebro necesita un descanso real tanto como nuestro cuerpo. Por eso, el secreto de la resiliencia es “comprometerse lo suficiente” y luego hacer una pausa, recuperarse y luego volver a comprometerse. Esta conclusión está fundamentada en la propia biología humana. Forma parte de la homeostasis, que es un concepto biológico fundamental que describe la capacidad del cerebro para restaurarse y mantener el bienestar de manera continua.

El neurocientífico de la línea positiva, Brent Furl, de la Universidad Texas A&M, creó el término “valor homeostático” para describir el valor que ciertas acciones tienen para crear equilibrio y, por lo tanto, bienestar en todo nuestro cuerpo (físico y mental). Cuando el cuerpo está fuera de alineación debido al exceso de trabajo, desperdiciamos una gran cantidad de recursos mentales y físicos intentando volver al equilibrio antes de poder avanzar. Con esto, se pierde la condición principal del resiliente, que es la conciencia del estado presente. Las personas muy resistentes tienen mucha dificultad para controlar la energía consumida y recuperada, se vuelven reacias y, por lo tanto, tienen más dificultades para acciones claras y estructuradas y, por lo tanto, están más desfavorables para responder adecuadamente, de manera eficiente. Siendo más reactivos en el día a día, la realidad se distorsiona. Es precisamente la falta de un período de recuperación lo que impide que nuestra habilidad cognitiva sea resiliente y exitosa. No poder recuperarse, descansar adecuadamente reduce la capacidad de pensar, reflexionar y la propia percepción de la realidad presente. Muchas de las acciones comienzan a ser llevadas a cabo de manera automática e inconsciente.

Estudios actuales señalan claramente que hay una correlación directa entre la falta de descanso y el aumento de la incidencia de problemas de salud y seguridad. Y la falta de descanso, ya sea por el sueño afectado con pensamientos relacionados con el trabajo o por el estímulo cognitivo continuo al usar nuestros teléfonos, por ejemplo, le cuesta a las empresas estadounidenses 62 mil millones de dólares al año (mil millones, no millones) en pérdida de productividad. Por lo tanto, si realmente quieres desarrollar resiliencia, puedes comenzar por tomar pausas estratégicas. Date a ti mismo los recursos para resistir más, creando períodos de recuperación internos y externos de manera eficiente, proporcionales a tu realidad.

Hay dos formas que pueden ayudarnos a aumentar nuestra resiliencia: una es hablar contigo mismo y la otra es reprogramar el cerebro, generando cambios en nuestros comportamientos diarios para respetar los propios límites, brindando al cuerpo la condición de descansar adecuada y suficientemente.

El cerebro tiene un mecanismo muy diferente de recuperación de la carga acumulativa de molestias diarias. Y, con un poco de esfuerzo, es posible mejorar la capacidad de recuperarse de las desgracias de la vida sabiendo equilibrar la vida.

Siempre que nos molesta hasta el punto de decir o hacer algo de lo que luego nos arrepentimos (¿y quién no lo hace de vez en cuando?), es una clara señal de que necesitamos detenernos, respirar y descansar, para no hacer de la vida una carga sin sentido.

Vemos nuestro trabajo como la demostración de habilidades y actitudes para la vida. Dado que encontrar significado en nuestro entorno es un aspecto tan importante de la resiliencia, no debería sorprender que las personas y las empresas más exitosas tengan dominio sobre la vida y valoren el bienestar. La conciencia de nuestros límites inspira un entorno con significado porque ofrece formas de interpretar y dar forma a los eventos de manera transparente que solo con equilibrio somos capaces de percibir. Por último, nunca olvides que todo lo que es resistente corre un grave riesgo de romperse en algún momento, fracturarse en pedazos y no poder volver al estado anterior.

“Nunca debemos olvidar que también podemos encontrar significado en la vida incluso cuando enfrentamos una situación sin esperanza, cuando enfrentamos un destino que no puede cambiarse” (Viktor E. Frankl).

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¡Hola, soy Marcello de Souza! Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de IT y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en proyectos importantes de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí sumergirme en el universo de la mente humana.

Desde entonces, me convertí en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una carrera diversa, destaco mi papel como:

– Máster Senior Coach y Formador: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, logrando resultados extraordinarios.

– Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y el compromiso de los empleados.

– Experto en Desarrollo del Lenguaje y del Comportamiento: Mejorando las habilidades de comunicación y autoconciencia, capacitando a las personas para enfrentar desafíos con resiliencia.

– Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando la terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.

– Constelación Psíquico Sistémica Familiar & Organizacional: Basada en las leyes sistémicas y psíquicas del comportamiento que rigen nuestros afectos, esta práctica ofrece una visión profunda de las influencias ancestrales que dan forma a nuestro viaje.

– Hipnoterapeuta: Basada en la interacción entre la mente y las metáforas, la hipnoterapia ayuda a superar obstáculos, patrones no deseados y promueve el autodescubrimiento.

– Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos valiosos e ideas en eventos, capacitaciones y publicaciones para inspirar cambios positivos.

– Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.

Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el campo son ampliamente reconocidas en cientos de clases, sesiones de capacitación, conferencias y artículos publicados.

Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 05/2024).

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