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TOMA DE DECISIONES: EL PODER DE LA NEUROCIENCIA Y EL COMPORTAMIENTO EN NUESTRO DÍA A DÍA – PARTE 1

La toma de decisiones es un aspecto crucial de la vida humana, influenciando tanto en el ámbito personal como en el profesional. En este artículo, exploramos los intrincados procesos cognitivos detrás de las elecciones que hacemos, sumergiéndonos en las profundidades de la psicología social, del comportamiento y de las neurociencias. Desde decisiones simples hasta aquellas que moldean el destino de empresas y carreras, cada elección está moldeada por una compleja interacción entre lo consciente y lo inconsciente. A medida que nos adentramos en la primera parte de este estudio, abordamos la influencia de los esquemas cognitivos en la percepción de la realidad, destacando cómo nuestras experiencias pasadas moldean nuestras elecciones presentes y futuras. Comprender estos procesos es fundamental para desarrollar estrategias efectivas de toma de decisiones y maximizar nuestro potencial de éxito.

TOMA DE DECISIONES

Imagina la siguiente escena: es una tarde soleada de viernes y estás sentado en una sala de reuniones bien iluminada, rodeado de colegas ansiosos y una alta dirección esperanzada con tu decisión. El ambiente está cargado de tensión mientras la discusión se desarrolla sobre el próximo movimiento estratégico de la empresa. La presión es palpable y todos son conscientes de la importancia de las decisiones que se tomarán en las próximas horas.

Tú, como líder de equipo, estás en el centro de atención. Las miradas están puestas en ti, esperando tus orientaciones y decisiones claras. Se ha presentado una propuesta, una oportunidad de expansión hacia nuevos mercados que promete impulsar el crecimiento de la empresa. Sin embargo, hay riesgos involucrados y la incertidumbre se cierne sobre la viabilidad de esta empresa.

Mientras tus colegas discuten los pros y los contras de la propuesta, te encuentras ante una encrucijada. Por un lado, está la tentadora perspectiva de crecimiento y éxito, pero por otro, está el miedo a lo desconocido y la posibilidad de fracaso. La responsabilidad pesa sobre tus hombros y la necesidad de tomar la decisión correcta es evidente.

A medida que pasa el tiempo y la discusión continúa, la presión aumenta. Sientes el peso de la responsabilidad sobre tus espaldas y la urgencia de una respuesta se vuelve casi insoportable. Sin embargo, a pesar de todas las miradas fijas en ti y las expectativas crecientes, te encuentras paralizado, incapaz de avanzar con confianza.

Esta situación, familiar para muchos profesionales, ilustra la complejidad y los desafíos de la toma de decisiones en el mundo corporativo. La presión, la incertidumbre y la responsabilidad pueden hacer que incluso las elecciones más simples sean una tarea desafiante. Sin embargo, entender los procesos cognitivos detrás de estas decisiones y aprender estrategias para manejarlas puede marcar la diferencia en el éxito del negocio.

La verdad es que diariamente nos vemos envueltos en un enredo de decisiones que, muchas veces, pasan desapercibidas. Desde el primer despertar hasta el adormecer, una serie de acciones se ejecutan casi automáticamente: cepillarse los dientes, ducharse, seleccionar la ropa del día, saborear el café matutino, ir al trabajo, conducir, intercambiar saludos con colegas; son gestos cotidianos que se convierten en rituales casi mecánicos, realizados sin reflexión consciente sobre su proceso de ejecución.

Hoy, impulsados por los avances tecnológicos y los numerosos progresos de las neurociencias, comprendemos que una parte significativa de todas las actividades cerebrales ocurre de manera inconsciente. Sorprendentemente, los estudios indican que el 100% de nuestras elecciones se determinan incluso antes de que seamos conscientes de ellas, en un intervalo que puede variar de 250 milisegundos a unos pocos segundos antes de que percibamos sus matices. En realidad, nuestro cerebro siempre está haciendo una “apuesta” para el siguiente instante. Las neurociencias lo confirman: el inconsciente está constantemente anticipando el próximo momento, guiándonos a través de decisiones moldeadas por experiencias pasadas.

Sin embargo, es importante señalar que estas miríadas de decisiones, aunque parezcan triviales, desempeñan un papel crucial en nuestra vida personal, social y profesional. Cada elección, por más insignificante que parezca, moldea sutilmente nuestro camino, influenciando nuestras interacciones, logros y desafíos.

El cerebro, un órgano complejo responsable de aproximadamente el 20% del consumo total de energía del cuerpo, desafía las nociones convencionales de eficiencia energética. Mientras muchos atribuyen su funcionamiento al consumo de energía, en realidad, el inconsciente opera con el propósito de optimizar los procesos cognitivos, ahorrando esfuerzos para favorecer el aprendizaje y la adaptación. Es un mecanismo evolutivo que prioriza nuestra supervivencia e influye directamente en las elecciones que hacemos, dándonos una sensación de control sobre nuestra realidad. Esta automatización de las elecciones es un reflejo de la búsqueda de familiaridad y eficiencia, pero también subraya la importancia de desafiar constantemente nuestras propias limitaciones. Después de todo, es a través de la exploración de nuevos territorios mentales que expandimos nuestra comprensión del mundo y propulsamos nuestro desarrollo personal.

¿Quién no ha comprado algo y luego se arrepintió? ¿Actuó de cierta manera y luego se sintió avergonzado? ¿Tomó decisiones por impulso que luego le perjudicaron?

A medida que acumulamos tareas y responsabilidades en nuestra vida diaria, el cerebro tiende a buscar automatizar nuestras acciones. No se trata solo de elegir qué ropa ponerse, qué camino tomar o enviar un mensaje rápido. Para tener cierto control sobre la vida, se necesita enfoque. En este sentido, hay decisiones que requieren un análisis cuidadoso pero, debido a la falta de tiempo y a las presiones diarias, terminan tomándose sin una reflexión profunda. En el entorno laboral, por ejemplo, el inconsciente puede llevarnos a seguir ciertas creencias, repetir errores, descuidando otras posibilidades que serían importantes para resolver problemas, firmar contratos, contratar o despedir personas, aprobar proyectos, asignar recursos financieros, elegir un nuevo trabajo e incluso está presente al elegir con quién relacionarse. Hay innumerables decisiones diarias que impactan directamente en nuestras vidas y en las de los demás, muchas de las cuales son influenciadas por el automatismo que desarrollamos para lidiar con el mundo que nos rodea.

Nuestra automaticidad es el producto de una intrincada red de procesos cognitivos divididos en gran parte por esquemas neuronales que involucran todo el cerebro. Los esquemas tienen efectos fundamentalmente importantes e inconscientes en tres procesos básicos: atención, codificación y recuperación. La atención se refiere a qué información percibimos. La codificación se refiere al proceso mediante el cual se almacena en nuestra memoria la información que percibimos. Finalmente, la recuperación se refiere al proceso mediante el cual recuperamos información de la memoria para usarla de alguna manera, como hacer juicios sobre otras personas.

Descubrimos que los esquemas tienen una influencia integral en los aspectos fundamentales de la cognición humana. Cuando se trata de atención, los esquemas actúan como filtros, dirigiendo nuestra percepción hacia la información consistente con ellos, mientras que aquella que no encaja a menudo se ignora a menos que sea extrema hasta el punto de ser inevitable. Por ejemplo, imagina a un estudiante que, al leer sobre un nuevo concepto de física cuántica, tiende a concentrarse en explicaciones que se alinean con su comprensión previa del tema, ignorando detalles que contradicen sus expectativas.

En el proceso de codificación de la memoria, la información que capta nuestra atención tiene más probabilidades de ser almacenada en la memoria a largo plazo. Típicamente, esta codificación favorece los datos que son consistentes con nuestros esquemas mentales. Sin embargo, la información que desafía estos esquemas puede ser codificada de manera única, destacándose por ser inusual. Por ejemplo, al aprender un nuevo idioma, las palabras que no siguen las reglas gramaticales habituales pueden ser memorizadas por separado debido a su peculiaridad, incluso si inicialmente contradicen las expectativas del aprendiz.

Cuando se trata de la recuperación de la memoria, surge la pregunta de qué tipo de información se recuerda más fácilmente: ¿la que es consistente o la que es inconsistente con nuestros esquemas? Los estudios sugieren que las personas tienden a recordar más fácilmente la información que está alineada con sus esquemas, reflejando una preferencia por los datos que confirman sus preconcepciones. Sin embargo, esta tendencia puede ser influenciada por la forma en que se mide la memoria, lo que lleva a una aparente predominancia de información consistente. Por ejemplo, al participar en una encuesta sobre preferencias alimentarias, es probable que los participantes informen con más frecuencia sobre alimentos que se ajustan a sus hábitos saludables, pero cuando se les pide que recuerden específicamente los alimentos consumidos en una comida, también recordarán aquellos que se desvían del patrón habitual.

Por lo tanto, la respuesta a la pregunta de qué tipo de información se recuerda mejor, si la consistente o la inconsistente con nuestros esquemas, no es simple. Depende de la metodología utilizada para evaluar la memoria y puede variar entre individuos. Aunque las personas tienden a informar una preferencia por la información consistente, la memoria puede almacenar tanto datos congruentes como incongruentes con nuestros esquemas, reflejando la complejidad de la cognición humana.

Esto depende de la forma en que se mida la memoria. En general, tendemos a priorizar siempre recordar información que es consistente con nuestros esquemas, pero de hecho, la información inconsistente con los esquemas también puede estar fuertemente presente en la memoria. En este punto, es importante destacar que los efectos de los esquemas en la cognición real (por ejemplo, lo que recordamos, cómo usamos esta información para tomar decisiones o juicios) están fuertemente influenciados por muchos otros factores, pero lo que necesariamente es intrínseco a todos nuestros recuerdos son los factores emocionales y sentimentales. Por ejemplo, tales efectos son mayores cuando los esquemas mismos están bien desarrollados y fuertemente establecidos y mayores cuando la carga cognitiva – cuánto esfuerzo emocional y sentimental estamos invirtiendo en un momento dado – es más alta que baja. Por lo demás, es crucial entender que dependemos de nuestros esquemas cuando intentamos lidiar con una gran cantidad de información real al mismo tiempo, ya que los marcos nos permiten procesar esta información con menos esfuerzo.

El inconsciente se manifiesta a partir del estado motivacional de un individuo en el momento presente, fundamentalmente vinculado al placer, que se produce entre ganancias y pérdidas, y abarca desde áreas primarias como el tronco encefálico y los ganglios basales hasta toda la región límbica. Es desde aquí que surgen las reacciones emocionales, filtrando la información que entiende que son prioritarias para el próximo momento de la vida y estableciendo criterios para el estado emocional, siendo responsable de moldear nuestros sentimientos dentro del contexto de la realidad que se presenta.

Posteriormente, entra en juego la actividad de las áreas frontales, particularmente la corteza prefrontal, asociada a la conciencia, la planificación decisional, el control de los impulsos y la toma de decisiones racionales. Es importante enfatizar que todas las regiones cerebrales participan y contribuyen interdependientemente, con algunas realizando más o menos actividades dependiendo del caso.

Incluso cuando nos volvemos conscientes del momento de tomar una decisión, el llamado estado presente o estado “ahora”, la corteza prefrontal interactúa con otras áreas ejecutivas de la corteza, donde se construyen los pensamientos y sentimientos. En esta compleja interacción entre lo consciente y lo inconsciente, tiende a prevalecer la elección que representa una mayor cantidad de información experiencial pasada, aquella que tiene más rastros en la memoria en comparación con el momento presente. Así, el pensamiento se fortalece en torno a la opción elegida, guiado por experiencias previas en busca de ganancias en el presente.

Sin embargo, cuando surge un conflicto entre las preferencias sociales y los intereses personales, la corteza prefrontal entra en acción como un árbitro crucial en la resolución de estos conflictos. La noción de que las preferencias sociales, como las donaciones de dinero, el rechazo de ofertas injustas y la confianza en los demás, son expresiones auténticas de preferencia, cobra protagonismo, ya que el cerebro tiende a seguir su principio de búsqueda de ganancias, al mismo tiempo que considera su estructura formadora de la personalidad y la capacidad de sociabilidad. En este sentido, además de las experiencias, entran en juego los factores genéticos, añadiendo una dimensión adicional a la ecuación. Los patrones de comportamiento y las inclinaciones emocionales también son influenciados por la predisposición genética de cada individuo. Esta interacción entre la herencia genética y las experiencias vividas da forma a nuestra percepción del mundo e influye en nuestras decisiones, destacando la complejidad intrínseca del proceso de toma de decisiones humano.

Es crucial enfatizar que al optar por algo que contradice nuestras experiencias pasadas o carece de referencias sustanciales para respaldar una decisión válida, es necesario perseverar para consolidar esta nueva experiencia. De lo contrario, el cerebro puede descartar esta opción y tender a elegir la reforzada por actividades preexistentes más familiares, lo que, a su vez, fortalece la elección, justificándola a través de pensamientos que corroboran nuestras creencias establecidas. Este fenómeno también explica la resistencia al cambio y la dificultad para desafiar nuestra zona de confort. En todas las tomas de decisiones, simples o complejas, el inconsciente ejerce una influencia significativa porque moldea nuestra percepción de la realidad, evalúa las alternativas disponibles y busca maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas.

Nuestro cerebro basa sus elecciones en la percepción de los sentidos (sensoriales y somatosensoriales), que son filtrados e interpretados por las emociones, influenciadas por nuestras experiencias pasadas, también incorporando criterios como particularidades ambientales, costumbres locales, cultura, simplificación psicológica, estado hormonal, físico, biológico y factores genéticos, que están directamente relacionados con nuestra personalidad. En última instancia, todas las elecciones son impulsadas por el deseo de obtener placer, intrínsecamente vinculado a la percepción subjetiva de ganancias y pérdidas. En otras palabras, no tomamos decisiones en la vida sin considerar la posibilidad de ganancias. Esta complejidad inherente en el proceso de toma de decisiones tiende a seguir patrones comparativos, siendo influenciada por experiencias pasadas que dan forma a nuestras elecciones presentes. Esto explica por qué tendemos a reforzar nuestras creencias y alimentarlas cada vez más, generando un ciclo de “bucle de retroalimentación” que perpetúa nuestras propias verdades.

En este sentido, es innegable afirmar que a medida que una persona adquiere conocimiento y experiencia a lo largo de la vida, explorando diversas posibilidades, se vuelve progresivamente menos dependiente de creencias preconcebidas. Este enriquecimiento experiencial abre puertas para descubrir soluciones más precisas para resolver problemas, ampliando su perspectiva y capacidad de análisis. La búsqueda incesante de nuevos aprendizajes y experiencias no solo fortalece el pensamiento independiente, sino que también estimula el desarrollo de una mente abierta y flexible, capaz de adaptarse fácilmente a las demandas y desafíos de la vida cotidiana.

Es crucial comprender que, durante el proceso de toma de decisiones, el cerebro evalúa meticulosamente las pruebas, distinguiendo aquellas con carga emocional negativa de las que son positivas. Además, no se limita a considerar un evento de manera aislada, sino que realiza una interconexión con experiencias pasadas, priorizando la decisión que mejor se alinea con el estado emocional presente y la intensidad de las sensaciones corporales en ese momento. Esta complejidad se ve exacerbada por la naturaleza subjetiva y de referencia de toda la información disponible. El cerebro, a su vez, no procesa toda esta información de manera consciente; muchas de ellas se descartan antes de llegar a nuestra conciencia. Selecciona aquellas que mejor se ajustan al contexto actual, influenciando directamente la decisión tomada. Por ejemplo, si alguien se encuentra en un estado de felicidad, disfrutando de buena compañía y un ambiente agradable al decidir sobre un candidato, es probable que sus elecciones se vean influenciadas por este estado positivo. Lo contrario también es cierto, demostrando la complejidad y la influencia de los estados emocionales en la toma de decisiones.

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Hola, soy Marcello de Souza. Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de TI y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en importantes proyectos de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí sumergirme en el universo de la mente humana.

Desde entonces, me he convertido en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una carrera diversa, destaco mi papel como:

Master Sênior Coach & Trainer: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, logrando resultados extraordinarios.

Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y el compromiso de los empleados.

Especialista en Desarrollo del Lenguaje y Comportamiento: Mejorando las habilidades de comunicación y autoconciencia, capacitando a las personas para enfrentar desafíos con resiliencia.

Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando la terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.

Constelación Psíquica Sistémica Familiar & Organizacional: Basada en las leyes sistémicas y psíquicas del comportamiento que rigen nuestros afectos, esta práctica ofrece una visión profunda de las influencias ancestrales que moldean nuestro viaje.

Hipnoterapeuta: Basada en la interacción entre mente y metáforas, la Hipnoterapia ayuda a superar obstáculos, patrones no deseados y promueve el autodescubrimiento.

Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos valiosos e ideas en eventos, entrenamientos y publicaciones para inspirar cambios positivos.

Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.

Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el campo son ampliamente reconocidas en cientos de clases, sesiones de entrenamiento, conferencias y artículos publicados.

Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 05/2024).

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