VIOLENCIA PSICOLÓGICA: PUEDE ESTAR DENTRO DE TU HOGAR
“Puede ser difícil identificar las cicatrices de la violencia psicológica, ya que muchas de ellas residen en lo más profundo del alma. Sin embargo, al reconocer la necesidad de respeto mutuo y salud emocional, nos capacitamos para romper las cadenas del silencio. Recordemos siempre que el verdadero amor nutre, nunca sofoca; y es en la valentía de buscar ayuda y reclamar nuestro propio valor que encontramos la fuerza para romper los lazos de una relación que solo simula ser amor.”
( Marcello de Souza)
Existen diversos factores que llevan a que las relaciones personales causen daño, pero pocos alcanzan el nivel de nocividad como una relación en la que está presente la violencia psicológica. Heridas que sangran pero son invisibles, expresiones que, incluso con un tono sutil, golpean y hieren el alma, dañan la autoestima y la autoconfianza, laceran la dignidad, provocan apatía, generan miedo y desconfianza y, en última instancia, interfieren directamente en la esencia del propio “Yo”.
La violencia psicológica es un tipo de problema que pocas personas suelen buscar comprender y, aún menos, cuando están involucradas, buscan ayuda sin saber cuánto daño causa a la salud mental y física, pudiendo generar secuelas de por vida. Relaciones así se alimentan del desgaste emocional y sentimental con intensidad, exponiendo a convivir con alguien que solo piensa en sí mismo y dejando un rastro de destrucción a su paso.
Presente en un número de hogares mucho mayor de lo que se puede imaginar, la violencia psicológica ha sido tratada cada vez más en diversas relaciones como algo normal. Difícil de reconocer y probar, los daños causados a las víctimas, en muchos casos, son incluso más graves que un ataque físico. Esto se debe a que, además de que la persona rara vez encuentra recursos internos para defenderse o buscar ayuda, a diferencia de lo que sucede en la violencia física, la violencia psicológica actúa precisamente en la psique de la persona, dejando recuerdos muy difíciles de reparar.
No todos se levantan de buen humor todos los días, e incluso la persona más feliz del mundo tiene problemas y dificultades con el autocontrol emocional al menos algunos días al año. Es normal estresarse a veces, sentirse irritado, experimentar enojo, decir cosas inapropiadas, excederse en las emociones o incluso rebelarse. Sin embargo, cuando hablamos de violencia psicológica, estamos tratando con un agresor que daña drásticamente la mente del otro.
A pesar de ser normalmente narcisistas y egocéntricos, la violencia psicológica es causada por alguien que puede colocarse siempre como el centro, pero disfrazándolo muy bien, actuando de manera sutil para nunca ser descubierto. En esta sutileza, la violencia se manifiesta de manera aparentemente trivial, delicada y en intervalos constantes. Su inicio se da como si fueran visibles, pequeños ataques de celos.
En el comienzo, todo parece normal; se aceptan pequeñas humillaciones, desprecios, bromas sin gracia con indirectas y violaciones de la intimidad (explícitas o no). Cuando la víctima se da cuenta, comienza a pedir permiso (y no opinión) para tomar decisiones. Con el tiempo, el abusador comienza a jugar, amenazando con poner fin a la relación, creando así un ambiente de inseguridad que genera una dependencia emocional en la víctima. Esta sufre por la pérdida gradual de su autocontrol y autoestima, resultado de las fluctuaciones emocionales e irritabilidad causadas por el abusador.
Todo esto se sostiene en la creencia de la víctima de que hay una relación de pasión y amor, intensificada por la ilusión de que la persona ama demasiado y por eso actúa de esa manera. En este sentido, la víctima comienza a alucinar, pensando que para que la relación dure, debe aceptar los defectos del agresor. Sin darse cuenta de que para un abusador psicológico no hay una conexión emocional real, sino un interés. En otras palabras, no ama (en el sentido real del amor) a la otra persona, sino el poder que tiene sobre ella.
Dentro de este ambiente gradual de agresiones psíquicas, la víctima tiende a poner en duda sus propios valores con el tiempo. La sensación de desvalorización trae consigo la culpa, como si perdiera la condición de realidad, sintiéndose víctima de sí misma. En este sentido, la desvalorización se apodera de los pensamientos y sentimientos, impactando directamente en el comportamiento. La sensación de culpa se vuelve cada vez más presente, como una llaga de incompetencia e incomprensión, y el miedo a quedarse solo y ser menospreciado se incorpora a los pensamientos.
La violencia psicológica en el hogar es uno de los males más frecuentes y ha aumentado notablemente con la pandemia, llevando a sus víctimas a enfermedades psicológicas graves que pueden ser irreversibles. Por lo tanto, es crucial saber identificarla cuando ocurre, lo cual no es fácil.
Como muchos que han sufrido violencia psicológica dentro de sus hogares y han logrado superarla a través de un doloroso proceso de autoconocimiento que condujo a un divorcio o separación, traen consigo el trauma y una lección sobre lo difícil que es reconocer conscientemente el nivel de violencia en la persona que está a nuestro lado.
Estos no son perfiles fáciles de reconocer. Son muy hábiles con las palabras y el comportamiento. Este tipo de abusador siempre se coloca como víctima, utilizando un discurso sobre la violencia que han soportado, lo mal que fueron tratados, el trauma familiar que experimentaron o cómo su ex no les permitía hacer lo que querían. Afirman que nunca fueron amados, sufrieron acoso, abusos, etc. Debido a su experiencia en mentir y manipular, saben muy bien cómo comportarse y actuar cuando tienen motivos ocultos. Este tipo de persona tiene la capacidad de crear juegos y movimientos emocionales y sentimentales que pueden dejar a sus víctimas emocionalmente ciegas. Dado que nunca admiten culpa, nunca son responsables; siempre son la víctima y, como subterfugio, insisten en demostrar que están tratando de hacer lo mejor, dejando a su víctima impotente. Inseguros sobre qué acciones tomar en ciertas condiciones, la víctima termina creyendo en ilusiones, socavándose a sí misma.
La buena noticia es que, basándose en la experiencia personal y los estudios del comportamiento, con la orientación de un verdadero especialista, es posible identificar puntos que pueden ayudar a reconocer si actualmente se está experimentando una relación en la que se es víctima de violencia psicológica.
En primer lugar, es esencial aclarar que, como se mencionó anteriormente, la persona que comete violencia psicológica utiliza la manipulación (el manipulador tiene el poder y el manipulado es sumiso) y la mentira como algunas de sus principales tácticas, siempre en un estado continuo de generar inseguridad sobre si continuar o no la relación. A partir de ahí, suelen buscar acorralar a su víctima con amenazas y deprecaciones psicológicas que se manifiestan de diversas maneras, como desacreditar opiniones y deseos, menospreciar gustos, deseos y sueños, disminuir habilidades y talentos, sin escatimar esfuerzos para socavar capacidades personales y profesionales. No hay motivación ni reconocimiento por parte de ellos para nada, llevando a la víctima a tratar de ocultar cosas por miedo a represalias o reacciones depreciativas. En este sentido, la víctima a menudo comienza a temer contradecirlos, y las opiniones pasan a estar bajo su control, siendo él quien toma las decisiones en lugar de la víctima. La tristeza, el miedo y el desánimo se instalan a medida que la opresión toma forma internamente.
Como muchos que han sufrido violencia psicológica dentro de casa y han logrado superarla tras un doloroso proceso de autoconocimiento que llevó a un divorcio o separación, traigo consigo el trauma y el aprendizaje de cuánta dificultad existe al caer conscientemente en la realidad para identificar si la persona a nuestro lado es o no violenta.
No son perfiles fáciles de reconocer. Son hábiles con las palabras y el comportamiento. Este tipo de abusador siempre se presenta como víctima, tiene como discurso hablar de las violencias que ha sufrido, cómo fue maltratado, que tiene un trauma familiar o porque su expareja no le permitía hacer lo que quería. Nunca admiten la culpa y siempre son las víctimas, insistiendo en demostrar que están intentando hacer lo mejor, dejando a la víctima sin acción. Sin saber qué acciones tomar frente a ciertas situaciones, la víctima termina creyendo en las ilusiones, menospreciándose a sí misma.
La buena noticia es que, a través de la experiencia propia y de estudios conductuales y el acompañamiento de un verdadero especialista, es posible identificar puntos que pueden ayudar a reconocer si actualmente se está viviendo una relación en la que se es víctima de violencia psicológica.
En primer lugar, es necesario dejar claro que la persona que comete violencia psicológica utiliza la manipulación y la mentira como uno de sus principales artificios. Desde ahí, normalmente buscará hacer que su víctima dude sobre continuar o no la relación, generando inseguridad. Luego, buscará que la víctima se sienta acorralada con amenazas y degradaciones psicológicas que se manifiestan de diversas maneras, como desacreditar opiniones y deseos, menospreciar gustos, deseos y sueños, menospreciar habilidades y talentos, y no reconocer ningún esfuerzo o logro. Todo esto lleva a la víctima a temer contradecir al agresor, y así las opiniones pasan a estar bajo su control, tomando decisiones en lugar de la víctima. La tristeza, el miedo y la desesperación se instalan como opresión.
El agresor psicológico siente satisfacción al ejercer el poder, por lo que tiende a la privación y se empeña en buscar atención. Siempre encontrará mecanismos para ser la parte principal en cualquier situación. Además, siempre quiere ser dueño de la verdad y actuar como la persona centrada, equilibrada y madura, que sabe lo que es bueno o malo para el otro, como si quisiera desempeñar el papel de padre.
Sin embargo, no se queda ahí; tiene la costumbre de querer organizar la agenda de la víctima sin consultarla. Cuando está contrariado o cuando quiere algo que la víctima no desea, se vuelve explosivo, buscando discusiones para sentirse libre de hacer lo que quiere, menospreciando a la víctima. Le encanta revisar las redes sociales de la víctima, fisgonear en los teléfonos y escuchar conversaciones.
Siempre intentando crear un ambiente tenso, hace que sus víctimas piensen mucho antes de hablar, forzándolas a elegir las palabras correctas para no ser atacadas. Además del hábito del agresor de juzgar lo que otro hace, dice o viste, tiende siempre a culpar al otro por su propio estado de ánimo, por las emociones que siente y por la falta de voluntad de ir más allá. Esto genera confusión, desconcierto, frustración y odio hacia sí mismo en la víctima.
Este perfil es experto en hacer que su víctima se aleje poco a poco de las relaciones que son solo suyas, ya sean amigos, familia, clientes y socios. En mi caso, por ejemplo, creó discordia con mi familia, amigos, socios e incluso me hizo alejarme de su propia familia, haciéndome creer en historias ofensivas y negativas.
En resumen, el objetivo de un agresor psicológico es hacer que la víctima deje de ser quien realmente es para convertirse en una especie de fantasma que intenta encajar en un supuesto modelo hecho a medida para los deseos del agresor. En resumen, se puede decir que es un terrorismo relacional.
Es un hecho que la mayoría de las personas que sufren violencia psicológica son mujeres, pero también hay un número significativo de hombres que hoy se sienten más cómodos relatando el contexto de sus relaciones abusivas como pareja. A través de censos sobre violencia doméstica desde 2005, se demuestra que el cónyuge es el principal autor de la violencia dentro de casa.
Como consecuencia de una relación violenta psicológica, la otra persona experimenta estrés emocional, ansiedad excesiva, problemas digestivos, pérdida de sueño, mala alimentación, cansancio crónico, angustia, apatía, depresión, obesidad, consumo de fármacos, abuso de alcohol, tabaco, etc.
Los límites para caracterizar este tipo de violencia son muy imprecisos y subjetivos, por lo que es difícil llegar a una conclusión sobre quién está más propenso a ser víctima o estar más vulnerable para convivir con este tipo de perfil de agresor. Esto se debe a que al comienzo de una relación, estas personas son completamente diferentes de lo que se presentarán con el tiempo en las relaciones. Lo que hay es un perfil de las víctimas que sufren psicológicamente, ya que esta forma de violencia va configurando cambios en la personalidad de quien la sufre, como la inseguridad y la baja o nula autoestima, la percepción de impotencia para lidiar con su mundo personal o profesional, y la sensación de culpabilidad y fracaso en la vida se vuelve permanente.
Essa perca identitária leva a sentimentos ambivalentes e a tendência da vítima é querer minimizar a gravidade da violência, ou mesmo justificá-los distorcendo a visão de realidade do agressor, sem ter consciência de que foi vítima de abusos psicológicos. Isto é mais frequente do que se acredita: há grandes doses de violência normalizada nas relações, e especialmente nas de casal onde a vítima releva as ocorrências porque acredita que é passageiro, uma fase, que a outra pessoa está passando por um momento difícil na vida (muitas vezes acreditando nas próprias mentiras que o abusador justifica), que ele tem problemas como todo mundo, de que há nele mais qualidades do que defeito, enfim, depois de um tempo, justificativas aparecem para sustentar a cegueira emocional.
Aquele que é o autor da violência psicológica traz junto a seu perfil sua sombra. Em outras palavras, os seus posicionamentos é justamente o inverso do seu “eu real”. O ato de praticar a violência psicológica é justamente para se opor a tudo aquilo que ele singularmente entende como vulnerável, por isso trata-se de um paradoxo existencial já que possivelmente é alguém inseguro, dependente, de pouca ou nenhuma empatia, narcísico, impulsivo e comumente irresponsável. Normalmente são covardes que quando são expostos ou colocados em situação de confronto tendem a fugir, desaparecer. Não são capazes de construir um diálogo a dois de maneira madura e responsável. Não consegue ouvir outro e antes de qualquer conversa já tem sua opinião formada. Sempre que se sentem acuados preferem se afastar e fazem isso tranquilamente, sem qualquer remorso. Por isso não adianta discutir, porque esse perfil de pessoa cresce em cima de possibilidades argumentativas. Não dá para considerar a conversa, porque ainda se corre o risco de entrar no jogo da dentro das suas mentiras e manipulação.
Não conseguem assumir sua própria identidade (eu real). Esse perfil quase sempre é resultado normalmente de uma família desestruturada, ou de uma infância abusiva, fomentada por maus tratos, de excessos, de uso e abuso do álcool ou outras drogas. Enfim, esse desequilíbrio familiar favorecem a predominação padrões comportamentais que se destacam na adolescência e predomina-se principalmente quando adulto. Entretanto, é importante ressaltar que essas problemáticas dadas quando criança é uma parte que explicam apenas parcialmente um padrão de comportamento tóxico e abusivo, afinal, todos nós também estamos aptos a liberdade de escolher como queremos ser e que tipo de relações queremos construir. Então, nem tudo se justifica como resultado de uma infância infeliz, e sim daquilo que desejamos como resultado para nossa vida. Seja qual for as circunstâncias, realmente podem influenciar, mas não determinar, logo nada justifica ser uma pessoa que pratica a violência psicológica contra outros, ainda que eles mesmos, que em algum momento, também tenham sido vítimas.
A verdade é que a violência psicológica é de extrema preocupação para saúde física e mental de todos. Por isso, é preciso entender seja qual for o tempo e modelo da relação conjugal, o amor não é única condição a ser considerada para se construir algo efetivamente saudável a dois.
Seja pela herança cultural das relações duradouras ou pela crença de que ter alguém do nosso é algo essencial para uma vida feliz, sempre nos fizeram acreditar que o amor é o alicerce principal de toda e qualquer relação e com o amor o caminho a dois é rosa. Talvez por isso ainda é comum ver em muitos lares pessoas se submeterem as relações toxicas e abusivas, suportando malefícios e a violência psicológica em nome do amor; e em nome desse suposto amor (que não o é) um vai degradando o outro, vai anulando, a tal ponto em que chega um dia em que esse outro já não sabe nem quem é, nem em que sua vida se transformou.
Respire fundo e uma vez reconhecido a violência psicológica o melhor a fazer é indiscutivelmente se afastar e se preciso procurar ajuda de bom especialista (especialista de verdade), tanto quanto antes possível. Se não é possível o afastamento então coloque barreiras rígidas e evite a aproximação. É preciso aprender a dizer não e diga sempre que preciso, NÃO. Lembre-se, esse perfil trabalha invalidando outras pessoas, então não se permita ser de alguma forma, invalidado.
Créeme, no quieras perder el tiempo intentando reconstruir algo con alguien que no vale la pena. También recuerda que un buen especialista puede ayudarte a atravesar esta trampa de la que fuiste víctima a través de un proceso terapéutico que puede ayudarte a reconocer tus puntos vulnerables, fortalecer tu autoestima y reconstruir tus pensamientos y comportamientos de manera que te enseñará a defenderte y posicionarte de manera más asertiva frente a personas con el perfil de violencia psicológica, y así no permitir que alguien interfiera en tu alteridad, y mucho menos en tus valores y virtudes, así como evitar que vuelvan a poner en duda tu propia esencia de SER.
En el viaje hacia la sanación, abracemos la sabiduría que surge de las sombras de nuestro pasado. Que cada paso hacia el autodescubrimiento sea un testimonio de nuestra resistencia y una afirmación de nuestro valor intrínseco. Mientras navegamos el camino hacia la recuperación, permitamos que la compasión guíe nuestro camino, tanto para nosotros como para los demás. Juntos, construyamos un mundo donde la empatía triunfe sobre la crueldad y los ecos de nuestra humanidad compartida ahoguen los susurros del dolor. Al liberarnos de las cadenas de la violencia psicológica, no solo recuperamos nuestra individualidad, sino que contribuimos al latido colectivo de una sociedad más compasiva y comprensiva.
Ejercicios para una Reflexión Profunda sobre Relaciones:
1. Reconociendo Emociones:
- Enumera tres emociones principales que experimentas con frecuencia en tus relaciones.
- Reflexiona sobre cómo estas emociones afectan tus interacciones y bienestar emocional.
2. Diálogo Interno:
- Recuerda un momento reciente de conflicto o desafío en una relación.
- Escribe el diálogo interno que ocurrió durante ese momento.
- Analiza cómo este diálogo influyó en tus emociones y acciones.
3. Evaluando Límites Personales:
- Identifica tres límites personales importantes para ti en una relación.
- Considera si estos límites fueron respetados o violados en experiencias pasadas.
- Reflexiona sobre cómo comunicar estos límites de manera más efectiva en el futuro.
4. Reconstrucción de Relaciones:
- Elige una relación desafiante y escribe cómo te gustaría que fuera en el futuro.
- Enumera acciones prácticas que puedes tomar para reconstruir o fortalecer esa relación.
5. Identificación de Patrones:
- Reflexiona sobre patrones recurrentes en tus relaciones pasadas.
- Pregúntate si estos patrones contribuyeron positiva o negativamente a tu crecimiento personal.
6. Carta de Gratitud:
- Escribe una carta de gratitud a alguien que haya impactado positivamente en tu vida.
- Explora cómo esta relación influyó en tu desarrollo y bienestar emocional.
7. Compromiso Contigo Mismo:
- Establece tres compromisos personales para mejorar la calidad de tus futuras relaciones.
- Sé específico y realista al definir estos compromisos.
Estos ejercicios están diseñados para fomentar la autorreflexión y promover un análisis profundo de las relaciones. Recuerda, el camino hacia relaciones más saludables comienza con una comprensión más profunda de uno mismo.
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¡Hola, soy Marcello de Souza! Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de TI y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en importantes proyectos de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí adentrarme en el universo de la mente humana.
Desde entonces, me he convertido en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una amplia carrera, destaco mi actuación como:
– Master Coach Sénior y Formador: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, obteniendo resultados extraordinarios.
– Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y la participación de los empleados.
– Experto en Lenguaje y Desarrollo del Comportamiento: Potenciando habilidades de comunicación y autoconocimiento, capacitando a individuos para enfrentar desafíos con resiliencia.
– Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.
– Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos e ideas valiosas en eventos, capacitaciones y publicaciones para inspirar cambios positivos.
– Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.
Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el área son ampliamente reconocidas en cientos de clases, entrenamientos, conferencias y artículos publicados.
Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No Es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 05/2024).
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