MIS REFLEXIONES Y ARTÍCULOS EN ESPAÑOL

CÓMO ACERCARNOS A LOS OBJETIVOS

“El futuro no es un lugar al que vamos, sino un lugar que estamos creando. El camino hacia él no se encuentra, sino que se construye, y el acto de hacerlo cambia tanto al que lo hace como al destino.” (John Schaar – Sociólogo)

Con el tiempo, el mundo ha ido transformándose, y los cambios han ocurrido alrededor del ser humano. Las necesidades ya no son las mismas, y el estrés del mundo moderno es muy diferente a lo que existía en el pasado. La sociedad, ahora compuesta por rejillas y concreto, está inmersa en entornos casi siempre hostiles, donde la demanda diaria de supervivencia se vuelve cada vez más intensa, individual y penosa.

Siendo seres sociales, la individualidad tan presente hoy en día es una condición anormal del ser humano. La vida social ya no es tan activa y prevalente como antes. Además, las demandas sociales también han cambiado. El sentimiento de fracaso por posponer tareas y las responsabilidades asignadas en la vida diaria nos lleva a todos a una condición estresante que se intensifica con el tiempo y empeora cada día. La conjunción de la procrastinación se convierte en una escapatoria, un ciclo vicioso y casi interminable. La modernidad nos ha traído, de cierta manera, formas únicas de vivir, con más comodidad, facilidades, conocimiento, pero lejos de la tranquilidad y la sensación de plenitud y felicidad. Obviamente, ha habido una transformación en la forma de ver la vida, pero parece que cada vez estamos más ansiosos, apurados, agotados, en un estado permanente de alerta, ya sea por la falta de seguridad, el tráfico, la contaminación, el ruido, el exceso de trabajo, la mala alimentación, entre muchas otras demandas diarias que exigen respuestas inmediatas. La esencia de la urgencia se vuelve dominante en la vida de todos.

También hay relaciones con personas a las que amamos, pero que no siempre son fáciles de manejar. La percepción de la existencia, interrelacionándose entre las angustias del pasado y la ansiedad del futuro, que en el fondo se encuentran la inestabilidad socioeconómica y las incertidumbres sobre el futuro del país, del mundo y, en última instancia, de los rumbos que puede tomar nuestra vida. Además, pasamos muchas horas al día con personas con las que no elegimos estar, y no siempre estamos de acuerdo con las decisiones y elecciones de nuestros empleadores, presenciando constantemente personajes y autoridades que, a veces, no priorizan el respeto y la capacidad de ser moralmente capaces.

Estamos en un mundo que cambia constantemente, enterrándonos contra la estagnación y, por lo tanto, al mismo tiempo, exige que nos reinventemos a la misma velocidad que los cambios, o de lo contrario, no podremos resolver problemas que surgen inminentemente. Muchas de las soluciones que eran válidas ayer pueden ser obsoletas e inapropiadas hoy.

Ante este mundo que no se detiene y que siempre está cambiando, encontrar formas más eficientes de bienestar, disposición para alcanzar metas, realmente parece cada vez más difícil. Por lo tanto, se ha vuelto común en la oficina, talleres, capacitación o en la consultoría que brindo en las empresas, la pregunta: ¿Cómo alcanzar Nuestras Metas? Ciertamente, es una pregunta intrigante para cualquier Desarrollador Conductual, merece toda la atención para ser respondida con maestría y para que las personas comprendan mejor lo que está sucediendo dentro de ellos mismos y lo que realmente puede acercarlos o separarlos de sus metas, para que sea posible facilitar la comprensión de cómo cada uno puede encontrar formas más prácticas de vivir y alcanzarlas.

Tener la capacidad de entender todo lo que nos puede acercar a nuestras metas nos ayuda a mejorar la relación que tenemos con nosotros mismos y con el mundo, permitiendo una convivencia mucho más placentera con la vida. A continuación, describiré algunos puntos fundamentales para reflexionar y que podrían llevarnos a una mayor posibilidad que, efectivamente, nos acerque a ellas.

Para empezar, tenemos que dirigirnos a encontrar perspectivas que nos señalen para responder a esta pregunta, y para ello, inicialmente tenemos que comprender la concepción evolutiva del ser humano y la relación de la mente humana con sus factores motivacionales.

El ser humano ha estado librando su lucha interminable por la supervivencia adaptándose a los desafíos de la vida. Inicialmente, era por la supervivencia misma; posteriormente, se convirtió en una necesidad intrínseca de adquirir medios más prácticos para una vida mejor, con más salud, comodidad y estabilidad. Algunos argumentan que, en el fondo, la búsqueda de todos estos logros revela el deseo inquietante de los seres humanos de encontrar realización e identificación como SERES, fundamentalmente el encuentro con la felicidad. La historia humana muestra que este arduo camino es incierto y está lleno de ironías incomparables.

Vale la pena retroceder en el tiempo y reflexionar sobre las palabras dejadas por Aristóteles. Para uno de los mayores pensadores de toda la humanidad, toda iniciativa para buscar algo debe estar intrínsecamente relacionada con la felicidad, lo que él llamaba Eudaimonia. Para él, lo que da sentido a la vida es lo que se vuelve exuberante en nuestra propia existencia. En sus deliberaciones, y según el pensamiento griego, formamos parte de un sistema más grande, como una máquina precisa donde cada uno tiene un papel fundamental que desempeñar. Para que nuestras relaciones con el mundo sean armoniosas, debemos estar en sintonía con lo mejor que tenemos para ser y ofrecer. Que nuestras búsquedas y objetivos estén siempre relacionados con la esencia de nuestra existencia. Encontrar nuestro papel en el mundo representa un sentido mayor de acercarnos a ser felices en momentos de la vida.

Cuando hacemos algo que no aspiramos, nos sentimos tristes, a veces disminuidos, y ciertamente dejamos de dar lo mejor de nosotros, haciendo las cosas solo por el hecho de hacerlas. La infelicidad representa una falta de alegría en la vida, y hacer lo que no nos gusta es lo mismo que proyectar nuestras agonías con la esperanza de que la felicidad se encuentre por casualidad. Las personas así se vacían, convirtiéndose en esclavos de la causalidad. Aquellos que esperan a que termine el día, la semana, y desean que lleguen las vacaciones pronto para que puedan dejar la aflicción de la realidad de la vida y vivir momentos de sueños y deseos no cumplidos. Sin alegría, sin sueños, no creamos metas y terminamos entrando en un ciclo vicioso oscuro y estresante, desarrollando hábitos que nos mantienen atrapados en una vida mundana, cotidiana, tibia y apagada. Prisioneros de la zona de confort: procrastinamos.

Aristóteles creía que una vida bien vivida era una vida de encuentro con la excelencia, que en sus palabras, la búsqueda diaria de la excelencia en la vida es el encuentro de nuestro mejor yo con nuestras acciones y lo que hacemos porque tiene sentido para nosotros. La búsqueda diaria de la excelencia es la condición primordial de una vida colorida, desafiante y feliz. La excelencia sería la matriz de la mayor base motivacional de nuestra vida para lograr lo que deseamos. La clara simplificación de que, en la vida, la búsqueda de la excelencia representaría el aumento del poder de vivir, la alegría, como diría Spinoza, haría una existencia encantadora con momentos de felicidad tan cruciales para que valga la pena vivir. Las palabras de Aristóteles tienen una complejidad de actualidad indescriptible, sin embargo, casi imposible de practicar en un mundo contemporáneo.

Comprender esta búsqueda de la excelencia es una base fundamental para la lucha del hombre por una vida mejor. ¿Qué sería de nosotros si no hubiera esa búsqueda incansable por parte del hombre? Durante nuestra evolución, los seres humanos se encontraron en medio de las condiciones más desastrosas, como adversidades, inundaciones, sequías, animales feroces, enfermedades de diversas intensidades, epidemias, guerras, enfermedades, guerras, etc. Estas inestabilidades fueron y son los grandes desafíos que lo llevaron y lo llevan a utilizar toda su capacidad productiva para superarlos con excelencia en favor de su propia supervivencia. Estos factores concluyentes de la inquietud humana nos intrigan y constantemente nos hacen reflexionar, buscar la comprensión de lo que nos hace perseverar tanto con la vida.

En resumen, se puede decir que hoy sabemos que existe un proceso evolutivo neurobiológico que influye en nuestra vida diaria y que está directamente relacionado con nuestra capacidad para trazar nuestro camino, encontrar posibilidades y alcanzar nuestras metas. Sin embargo, hay una paradoja en la psique humana. Básicamente, nuestras mentes son un depósito constante de emociones y sentimientos, y desde nuestro nacimiento, el cerebro humano ha estado buscando formas de hacer la vida más simple, práctica y menos agotadora. Un filtro protector para todo lo que, de alguna manera, hace que nuestras vidas sean susceptibles a resultados negativos en nuestros afectos, como el dolor y el sufrimiento.

Nuestras mentes crean desencadenantes, creencias individuales. Todas las dificultades que enfrentamos, como el estrés, el dolor, el sufrimiento, las tristezas, entre otros, se convierten en creencias, barreras limitantes. Estos procesos dan forma a nuestra percepción y dan sentido a nuestras rutinas. La regla humana teóricamente es: Mientras haya algún tipo de ganancia, manténlo así. ¡Si hay pérdidas mayores que las ganancias, cambia!

Las creencias se crean con una intención protectora, mental y biológicamente. Por naturaleza, a partir de las creencias, tendemos a crear hábitos, que nos llevan a un ciclo vicioso, manteniéndonos dentro de lo que llamamos “nuestro mundo, nuestro mapa”. Repitiendo nuestras acciones de la misma manera todos los días, en un ciclo de pura monotonía. El problema es que gradualmente nos alejamos de nuestras metas, sueños y deseamos cada vez menos. La rutina, que inicialmente tiene como objetivo ahorrarnos para sobrevivir, se vuelve dominante, genera dependencia y comenzamos a transformar cualquier posibilidad en la práctica de la procrastinación. Las creencias se convierten en justificaciones de nuestras acciones. En esta dinámica psíquica, intentamos convencernos de nuestras propias excusas y optamos por respuestas más prácticas y casi siempre ciegas ante nuestra propia realidad.

El mundo está constantemente en plena transformación, y sus mutaciones constantes llevan a las personas a buscar razones que conducen a encontrar caminos y tomar ciertos tipos de decisiones en detrimento de otros. Ante este proceso, una parte importante de los estudios relacionados con los aspectos conductuales de nuestras decisiones se centra en el tema de entender la psicología conductual humana, que busca comprender los factores que influyen en nuestra forma de deliberar y los eventos relacionados con el distanciamiento psicológico de nuestros deseos y anhelos, inseparables del modo de percepción individual según los valores de cada persona.

El acto de distanciarnos de nuestras metas puede representar mucho más que perder oportunidades, ya que no solo podríamos dejar de hacer algo que podría brindar más placer al acto de vivir con excelencia, sino que también representaría algo importante que terminamos postergando y transfiriendo la responsabilidad a otros.

Hace unas décadas, la neurociencia presentó al mundo su gran descubrimiento que se volvió fundamental para entender el comportamiento humano: el Sistema de Recompensa. En 1960, el psicólogo fisiólogo estadounidense James Olds, profesor en la Universidad McGill en Montreal, Canadá, presentó al mundo el Sistema de Recompensa. Su descubrimiento fue el fundamento de numerosos estudios que ayudaron a entender cómo funciona el cerebro y lo que está relacionado con el estado motivacional de lograr nuestras metas. Es crucial para permitir que nuestros sueños se hagan realidad, y que nuestros objetivos, determinaciones y metas se logren dentro del conjunto de expectativas que la vida nos proporciona. Biológicamente hablando, es una red compleja de neuronas que se activa cuando hacemos algo que trae algún tipo de éxtasis y placer. Este sistema nos proporciona una recompensa hormonal química cada vez que participamos en ciertas actividades, lo que hace que estas actividades se repitan.

El sistema de recompensa tiene una función específica y esencial: garantizar la supervivencia del individuo y la especie al proporcionar motivación para comportamientos de supervivencia como comer, beber y reproducirse. Está formado por un conjunto de áreas específicas del cerebro. En resumen, se podría decir que el hipocampo (límbico) memoriza esta satisfacción rápida, creando desencadenantes, y la amígdala condiciona estos estímulos creados, y la región del hipotálamo (límbico), que tiene sus circuitos interconectados con el sistema nervioso reptiliano, actúa con estímulos perceptivos del entorno. Su activación se basa en el principio de logro, algo que implica algún tipo de sacrificio o dificultad, algo que metafóricamente podríamos decir que “se merecía”. La neurocientífica Suzana Herculano-Houzel, que se ha convertido en una de las principales expertas en salud y bienestar y en la comprensión neurológica de la recompensa, presenta en sus estudios una definición clara y objetiva de que el sistema de recompensa está directamente interconectado con diversos factores diarios que ahora se pueden definir claramente.

A continuación, presentaremos algunos puntos fundamentales que ayudarán a cada uno de nosotros a reflexionar mejor sobre nuestro comportamiento humano y que nos ayudarán a acercarnos a nuestras metas. Estos puntos están intrínsecamente relacionados con la ciencia, o mejor dicho, con la psicología social y la neurociencia. Conocimientos que nos ayudarán a ampliar nuestra visión de la vida y de cómo funciona nuestro cerebro y lo que nos motiva en nuestro día a día:

  • Estar presente en el presente: Antes que nada, tenemos que entender el significado de estar presente en el ahora. La amargura se relaciona con el pasado, la ansiedad con el futuro y la procrastinación con el presente, siendo parte de una ecuación que determina esta temporalidad del Ser. En esta tríada de la psique humana, hay una construcción importante: es necesario perder para ganar, al mismo tiempo que solo nos movemos cuando, conscientes del presente, nos damos cuenta de que las pérdidas son mayores que las ganancias. Este es, sin duda, el primer punto fundamental de cualquier cambio y se relaciona directamente con alcanzar nuestras metas. Esta claridad es la que nos da la fuerza para salir de la zona de confort, y luego actuamos por la naturaleza humana. En el momento en que estamos presentes es cuando somos capaces de actuar a nuestro favor. A favor de nuestras metas. La lucidez de las pérdidas es la razón para percibir alternativas en la vida, nuestra realidad y la relación de nuestras propias creencias limitantes. Es el paradigma de lo que somos ahora con la formación de nuestro propio futuro. En esta transferencia temporal permitimos la reflexión de que el futuro es una parte consecuente de nuestras acciones presentes y una respuesta de la experiencia de nuestro propio pasado y no de aquellos que pertenecen a otros. Estar presente representa ser nosotros mismos y no ser el otro o lo que esperan de nosotros.
  • Ansiedad en la medida justa: La perspectiva futura también puede convertir cualquier meta en angustia. Las personas que convierten las posibilidades en ansiedad son mucho más propensas a procrastinar en la vida. Según una investigación realizada en la Escuela de Negocios de Columbia en los Estados Unidos, las personas ansiosas son mucho más propensas a procrastinar. Vivir en la búsqueda de respuestas inmediatas, intentan encontrar caminos que tienden a requerir menos trabajo y, cuando se enfrentan a dificultades, buscan constantemente justificación, dejando de actuar con la esperanza de que algo más sencillo sucederá. Esto también puede llevar a otro problema relacionado con este distanciamiento de metas.
  • Ser feliz y no creer que eres feliz: Otro factor importante relacionado con el distanciamiento de nuestras metas es la pandemia en la sociedad que nos obliga a creer que la felicidad es el camino para todo. Se nos impone la creencia de que siempre debemos ser felices y optimistas con la vida. Según la psicóloga alemana Gabriele Oettingen, que pasó más de veinte años estudiando los posibles beneficios del pensamiento negativo, concluyó que no siempre pensar de manera optimista es lo mejor. Hoy en día, lo que se predica en la sociedad es que vivir la vida es vivir solo momentos felices y que esto nos llevará a alcanzar nuestras metas. Sin embargo, los estudios dirigidos por ella revelan una verdad diferente. Después de tantos años de estudio, la psicóloga llegó a la conclusión de que al pasar mucho tiempo fantaseando sobre los resultados positivos que se desean alcanzar, la persona termina ignorando la realidad que la rodea. En lugar de ir al gimnasio o estudiar para un examen, por ejemplo, la persona pierde tiempo imaginando los buenos resultados que se obtendrán cuando se completen esas tareas. Según Oettingen, esto no significa, sin embargo, que debamos ser pesimistas todo el tiempo. La investigadora sugiere tres pasos a seguir para aquellos que quieren alcanzar sus objetivos: pensar en los resultados concretos que se quieren lograr, los obstáculos hasta ellos y la elaboración de un plan para superarlos.
  • Ambiente adecuado con personas adecuadas: La distancia entre estar presente o no es un factor que influye directamente cuando estamos estableciendo y cumpliendo metas. Su comprensión permite un análisis sistémico al trazar y cumplir objetivos, permitiendo observar “fuera de la caja” fortaleciendo nuestro comportamiento en lo que debemos cumplir. Esto se debe a que gran parte de nuestras metas están determinadas con desenvoltura aleatoria influenciada por una percepción más amplia de la emoción según el entorno en el que estamos relacionados. El hábito, como diría el sociólogo francés Pierre Bourdieu. La emoción es una respuesta neurobiológica a nuestras relaciones con el mundo y está constantemente siendo influenciada por el entorno. Lo que a menudo nos impide preguntarnos a nosotros mismos, ¿por qué? antes de responder, ¿qué? Decidir pasar tiempo juntos o convivir con un grupo específico no es solo un consejo de elegir amigos con cuidado; esto influye en la forma en que actúas y piensas. La investigación de la psicología social muestra que cuando dos personas están en compañía una de la otra, sus ondas cerebrales comienzan a parecer casi idénticas. Cuanto más se estudian las relaciones humanas, más se percibe que simplemente estar al lado de ciertas personas realmente alinea tu cerebro con ellas. Las personas con las que sales realmente tienen un impacto en tu participación en la realidad más allá de lo que puedes explicar. Y uno de los efectos es que te vuelves similar. Los estudios afirman que esto influye en percepciones como la percepción de sonidos, olores y otros factores. Por lo tanto, tendrás muchas más posibilidades de acercarte a las metas y construir una vida que exige más cuando te rodeas de personas que incorporan los rasgos y comparten la misma voluntad y/o deseo. Con el tiempo, las actitudes y comportamientos deseables serán más frecuentes y tendrán más sentido para llevarlos a cabo.
  • Saber usar la inteligencia emocional: El acto de sentirse bien, partiendo de un conjunto de características, mentales y físicas, que pueden establecer un equilibrio emocional, nos ayuda a sentirnos mejor y más motivados para la vida. Forma parte de la satisfacción de vivir la sensación de control sobre la vida, desde las decisiones simples hasta aquellas que impactan en el futuro. El control sobre la vida está directamente vinculado a la emoción y, consecuentemente, a la calidad de nuestras relaciones y, posteriormente, al estrés. Menos control significa más estrés en la vida. Cuanto mayor es el estrés, menor es nuestra motivación, y en consecuencia, la capacidad y el deseo de alcanzar metas disminuye drásticamente. Nos volvemos cada vez más desanimados y, en consecuencia, procrastinadores. Si trabajas con alguien que está constantemente estresado, es más probable que te sientas de la misma manera. Las emociones positivas son tan contagiosas como las negativas. Las personas que desean maximizar la felicidad y minimizar el estrés deben construir una vida que requiera mejores decisiones rodeándose de personas que incorporan los rasgos que prefieren. Con el tiempo, las actitudes y comportamientos deseados serán más frecuentes.
  • Interacciones Sociales: Las interacciones sociales son fundamentales para la supervivencia humana. Se sabe que el cariño y el respeto, el acto de escuchar y ser escuchado, por ejemplo, marcan toda la diferencia en la vida del ser humano y esto solo sucede con la interacción social. Estar bien con la vida, feliz, satisfecho con el mundo social en el que participamos, implica otra región del cerebro en el sistema límbico, precisamente la amígdala izquierda, responsable de las emociones positivas, que junto con la región del córtex prefrontal dorsolateral, nos brinda la sensación de optimismo para hacer lo mejor que podemos hacer y, por ende, acercarnos al logro de nuestras metas. El estímulo que nuestro cerebro activa el sistema de recompensa se encuentra en la forma en que nos relacionamos con el mundo, en la cohesión dual entre cuerpo y mente. La manera más segura de maximizar la felicidad no tiene nada que ver con experiencias, bienes materiales o filosofía personal, sino con la calidad de las relaciones que mantienes en tu vida.Parte superior do formulário

  • Hacer algo por los demás:
    La motivación también está vinculada al sentimiento que experimentamos al hacer algo útil para otras personas; poder ayudar y sentirse útil es una de las mayores recompensas y motivadores en la vida. Es la forma más inequívoca de introspección y de sentir la propia vida. La estancación de la vida es deprimente; hace daño. Los humanos están programados para ser útiles y el éxtasis de eso está en ayudar a otros. Ser solidario y proactivo te ayudará a evitar ser influenciado por el egoísmo de los demás. Nicholas Christakis de Harvard y James Fowler de la Universidad de California, San Diego, explican que la felicidad no depende solo de nuestras elecciones y acciones, sino también de las acciones de personas que están a dos o incluso tres grados de separación de nosotros. Esto significa que, al ser positivos, animamos a otros a hacer lo mismo, creando un ciclo virtuoso de retroalimentación positiva en el que solo hay depósitos y no retiros, y en el cual nuestra resistencia se refuerza y fortalece por las acciones de los demás.
  • Obtener algo: Cualquier acción humana comienza con la intención de obtener algo. Debe haber ganancias para la motivación, pero no cualquier ganancia. Debe estar intrínsecamente relacionado con el esfuerzo, hacer lo mejor que pueda bajo las condiciones dadas, buscando la excelencia, por así decirlo. Cuanto más cerca estés de ello, mayor será tu satisfacción y mayor será la motivación para hacer más y más. Por ejemplo, ganar dinero sin merecerlo no es un motivador; el sistema de recompensa no se activa. Esta ganancia a la que me refiero debe verse efectivamente como una especie de premio, donde hay dedicación, sacrificio, desafío, mejora y está de alguna manera relacionado con el bienestar.

Si estás luchando con tus metas, no te sientas culpable todavía. Antes de eso, tenemos que entender que el cerebro humano se construyó sobre una estructura de comportamiento que quizás no evolucionó tan rápido como el mundo que creó. Según estudios de Piers Steel, hay dos mecanismos importantes en el cerebro que contribuyen a que una persona posponga y pierda el enfoque en sus metas. El primero es el sistema límbico, que está conectado a la parte del cerebro relacionada con el placer. “Cuando tienes ganas de algo, cuando realmente quieres lograr algo, es el sistema límbico el que está controlando el proceso”, dice Steel. “El problema es que este sistema solo se preocupa por los placeres y dolores inmediatos”. El segundo es la corteza prefrontal, que intenta controlar los deseos y la ambición del sistema límbico. Es responsable de la planificación a largo plazo. “Pero la mayor debilidad de la corteza prefrontal es el cansancio. Se cansa rápidamente”. Por lo tanto, es necesario crear nuevas condiciones para entrenarlo a ver el mundo actual de manera diferente a cómo fue programado. Si lo comparamos con una computadora, lo que necesitamos hacer es esencialmente reprogramarlo. En términos prácticos, esto significa que cuando procrastinamos, la corteza prefrontal planifica el futuro, pero el sistema límbico interviene, pidiendo una acción que traiga placer instantáneo, creando una serie de conflictos interrelacionados con la psique humana misma, alejándonos de establecer rutinas previas que nos acercarían a alcanzar nuestras metas. Así que, aunque entiendas con toda claridad la inmensa importancia de tus metas, sin cambios en tu comportamiento, sin duda volverás a caer en viejos patrones asociativos, basando la vida en creencias y excusas. Haciendo lo que la antigua programación de nuestro cerebro estaba destinada a hacer, entrar en modo automático el 99% de nuestras vidas.

El mundo está siempre en constante transformación y sus constantes mutaciones llevan a las personas a buscar razones que las lleven a encontrar caminos y a tomar decisiones específicas en lugar de otras. En este proceso, otra parte importante de los estudios relacionados con el aspecto conductual de nuestras decisiones se enfoca en la comprensión de la distancia psicológica en la que nos encontramos de nuestras metas. Es necesario comprender los factores que influyen en nuestra forma de deliberar. Los eventos relacionados con la distancia psicológica son inseparables de las percepciones individuales de acuerdo con sus valores. Espero que quede claro que la vida solo existe en las relaciones que tenemos con el mundo y que, por encima de cualquier meta que desees alcanzar, la esencia de tus valores viene primero. Somos seres autónomos, libres de elegir la mejor conducta para respetar los valores comunes, protegiendo éticamente la interacción de las relaciones que tenemos, por lo que siempre vale la pena reflexionar sobre nuestras virtudes en cada acción.

La vida en sí misma tiene sus anhelos, a menudo moldeados por las alegorías magmáticas de la naturaleza. También somos capaces de tener control sobre parte de nuestra vida. Que esta parte sea un reflejo de nuestro control, de nuestras acciones, moldeada por la capacidad única de los seres humanos, hecha a partir de nuestras elecciones, contemplada con acciones justas y verdaderas, de acuerdo con nuestros valores y principios. Cada uno de nosotros puede explorar lo mejor que la naturaleza nos ha dado, siempre actuando en busca de la excelencia.

Construir metas para nuestras vidas es una parte fundamental del estado de ser, de sentir que realmente estamos vivos. Para ello, que cada meta construida también sea parte de nuestra alegría al compartirla con otros. El hecho es que todos los días estamos contaminados con la cultura líquida en la que vivimos, afirmando que la felicidad está en tener, no en ser. Somos reconocidos por la acumulación de bienes. Sin embargo, la neurociencia hoy demuestra que el éxito de la vida está en la fluidez de las relaciones, en servir, no en explotar. No debemos olvidar de vez en cuando también relacionar el valor de nuestras metas con lo que proporcionamos a los demás, en la utilidad que no existiría sin nuestras acciones. Por lo tanto, la capacidad de originalidad que nunca debemos olvidar es válida. Después de todo, siempre tendremos personas a nuestro alrededor que, de alguna manera, esperan de nosotros la lucidez para ser lo mejor que podemos ser, convirtiendo cada logro en una alegría compartida, demostrando que la excelencia dentro de nosotros también está en la capacidad de hacer que las vidas de los demás sean mejores, siguiendo una conducta ética no solo de tener, sino también de aprender constantemente la importante misión que tenemos de SER.

En nuestra búsqueda incesante de metas, es imperativo reconocer que el camino hacia el éxito no es una línea recta, sino un intrincado laberinto de desafíos, descubrimientos y autotransformación. Cada uno de nosotros es arquitecto de nuestro destino, dando forma no solo a metas tangibles, sino también a la esencia misma de lo que somos.

En este proceso de autodescubrimiento, tal vez debamos redefinir no solo lo que buscamos, sino cómo lo buscamos. La sociedad a menudo nos presiona para acumular logros materiales, pero ¿y si la verdadera riqueza estuviera en el viaje, en las experiencias compartidas y en la contribución al bien común?

Al reflexionar sobre nuestras metas, te invito a considerar no solo lo que deseas lograr, sino cómo esas realizaciones resuenan en la vida de quienes te rodean. La verdadera grandeza radica en la capacidad de impactar positivamente en el mundo, de ser una fuente de inspiración para los demás y, así, construir un legado que trascienda lo individual.

Por lo tanto, que cada meta que establezcamos sea no solo un destino, sino una oportunidad de crecimiento, conexión humana y contribución a algo más grande que nosotros mismos. Al acercarnos a nuestras metas, seamos conscientes no solo de lo que ganamos, sino de lo que ofrecemos. Y que el viaje, lleno de desafíos y triunfos, sea tan significativo como el destino anhelado.

En última instancia, la verdadera excelencia en la vida no radica solo en alcanzar nuestras metas, sino en cómo estas metas, en el proceso de búsqueda, moldean el carácter, fortalecen las relaciones y convierten cada paso en una expresión auténtica de lo que significa ser humano. Que cada meta sea una oportunidad no solo de logro personal, sino de contribuir a un mundo más rico en significado, empatía y compasión.

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¡Hola, soy Marcello de Souza! Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de TI y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en importantes proyectos de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí adentrarme en el universo de la mente humana.

Desde entonces, me he convertido en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una amplia carrera, destaco mi actuación como:

– Master Coach Sénior y Formador: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, obteniendo resultados extraordinarios.

– Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y la participación de los empleados.

– Experto en Lenguaje y Desarrollo del Comportamiento: Potenciando habilidades de comunicación y autoconocimiento, capacitando a individuos para enfrentar desafíos con resiliencia.

– Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.

– Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos e ideas valiosas en eventos, capacitaciones y publicaciones para inspirar cambios positivos.

– Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.

Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el área son ampliamente reconocidas en cientos de clases, entrenamientos, conferencias y artículos publicados.

Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No Es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 09/2023).

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