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CUANDO EL LIDERAZGO HIERE: ¿QUÉ HACER ANTE UN JEFE HOSTIL?

¿Y si la violencia en el trabajo no viniera de palabras duras, sino de silencios crueles?
¿Y si el mayor riesgo para tu salud emocional no fuera la sobrecarga de tareas, sino el tipo de liderazgo que desvaloriza, oprime y silencia?

No todo dolor profesional proviene de lo que hacemos; muchas veces, proviene de quien nos lidera. De quien, por función y principio, debería ser fuente de dirección, apoyo e inspiración. Pero que, en la práctica, se revela como un agente de desestructuración emocional.

La escena es más común de lo que parece:
• Líderes que exponen a colaboradores delante del equipo.
• Superiores que desprecian opiniones con desdén.
• Jefes que usan el miedo como estrategia de gestión.

Vivimos una era en la que el liderazgo está siendo repensado con urgencia.
Mientras las organizaciones modernas promueven culturas positivas, bienestar y propósito, muchos profesionales siguen enfrentando la cruda realidad de gestiones tóxicas, estructuras jerárquicas retrógradas y dinámicas de poder que enferman silenciosamente.

La pregunta es directa — y profunda:

¿Qué hacer cuando quien te enferma es quien debería protegerte?

Eso fue exactamente lo que le ocurrió a Marco (nombre ficticio), un profesional talentoso, comprometido y admirado por sus colegas.
Durante meses, soportó episodios de microagresiones diarias, bromas disfrazadas de retroalimentación, exigencias públicas humillantes.

Al principio, intentó racionalizar:
“Es parte del trabajo.” “Es solo su forma de ser.” “No vale la pena confrontarlo.”

Pero poco a poco fue perdiendo el entusiasmo. Luego, la autoconfianza.
Finalmente, perdió la salud mental — y renunció.

Esta realidad, lamentablemente, no es rara. Y ha sido estudiada con atención.
Uno de los estudios más reveladores fue conducido por el profesor Bennett Tepper, de la Universidad de Ohio. Sus hallazgos revelan algo contraintuitivo: los colaboradores que responden con firmeza ante líderes hostiles —sin agresividad, pero con claridad de posición— presentan menores niveles de estrés, mayor satisfacción profesional y más respeto por parte de sus colegas.

Pero atención: responder no es devolver.

La diferencia entre repetir el patrón o transformarlo está en el nivel de conciencia que sostiene la actitud. Esta es la delgada línea entre perderse… y fortalecerse.
Entre perpetuar un ciclo… o romperlo con dignidad.

El dilema de la sumisión silenciosa

En el campo del Desarrollo Cognitivo Conductual, es común observar un patrón:

Ante líderes abusivos, muchos profesionales entran en un estado de congelamiento psicoemocional —una respuesta automática del cerebro que prioriza la autopreservación por encima de la autoexpresión.

¿El costo de eso?

Alto. Silencioso. Y progresivo.

Cada vez que un profesional calla ante una falta de respeto, entrena a su cerebro para aceptar lo inaceptable.
La neurociencia lo comprueba: cuando no hay reacción ante estímulos negativos recurrentes, el sistema límbico entra en un proceso de adaptación tóxica, reprimiendo emociones, naturalizando el abuso y deteriorando la autoestima.
Con el tiempo, eso apaga la llama de la autenticidad, mina el sentido de merecimiento y da lugar a lo que llamo:

“Anemia emocional organizacional”: profesionales que están físicamente presentes… pero emocionalmente ausentes.

Es sobre este fenómeno que este artículo propone arrojar luz.
No solo para promover reflexión —sino para ampliar la lucidez y ofrecer caminos conscientes de acción.

Reaccionar con conciencia: el arte del posicionamiento saludable

Lo repito: responder con firmeza no es ser agresivo.
Es no abandonarse ante el irrespeto.

Lo que revelan los estudios —y la práctica clínica y organizacional— es que, cuando un profesional se posiciona con claridad ante un comportamiento hostil, no solo se está protegiendo emocionalmente, sino que también está reafirmando su identidad profesional. Está diciendo a su cerebro: “me respeto, me veo, me escucho”.

Desde el punto de vista neurológico, eso refuerza los circuitos de autorregulación emocional, activa la corteza prefrontal (área relacionada con la toma de decisiones conscientes) y reduce el dominio del sistema de amenaza —el mismo que nos impulsa al miedo, al silencio y a la sumisión automática.

La clave, por tanto, está en responder con conciencia, no con reactividad.
En actuar con asertividad, sin caer en la violencia.
En mantener la integridad, incluso ante el abuso.

Aquí entra el concepto de presencia ejecutiva emocional:
La capacidad de sostener el propio valor ante presiones externas, sin anular al otro —ni a uno mismo.

No se trata de ser igual a tu jefe

Es natural que, ante la hostilidad, el impulso sea responder con la misma moneda. Pero eso es una invitación a la repetición.
Y tú no estás aquí para repetir —estás aquí para resignificar.

No se trata de igualarte al agresor, sino de no disminuirte ante él.
No se trata de responder con odio, sino de decir con madurez:
“Aquí no. Conmigo, no.”

Posicionarse, en este caso, es más que un acto de valentía.
Es un compromiso con tu salud mental, con tu valor y con aquello que estás construyendo como legado profesional.

Al final, el respeto más importante no es el que viene de los demás.
Es el que tienes por ti mismo al negarte a ser menos de lo que eres.

La historia de Clara: cuando el cuerpo grita lo que la boca calla

Clara era una gestora de alto rendimiento. Dedicada, enfocada, con resultados siempre por encima del promedio.
Durante dos años, fue elogiada por su liderazgo colaborativo y por la forma en que inspiraba a su equipo. Todo fluía —hasta la llegada de un nuevo director.

La dinámica cambió. Comentarios irónicos durante las reuniones. Retroalimentaciones cargadas de sarcasmo. Comparaciones humillantes frente a sus colegas.

Al principio, Clara intentó mantener el equilibrio. Se tragaba la rabia. Justificaba el comportamiento ajeno. Callaba.

Pero el cuerpo no guardó silencio.

Vinieron las crisis de migraña. El sueño interrumpido. La gastritis emocional. La pérdida de motivación. Clara, que siempre se había enorgullecido de su propia fortaleza, empezó a dudar de sí misma. No por incompetencia — sino por la acumulación de microagresiones que venían saboteando su identidad.

Desde el punto de vista psíquico, lo que le ocurrió a Clara fue una activación crónica del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal — el sistema responsable de gestionar el estrés. Cuando la hostilidad en el ambiente de trabajo se vuelve recurrente, el cerebro lo interpreta como una amenaza constante, activando el sistema límbico e inundando el organismo con cortisol.

¿El resultado? Un estado de hipervigilancia emocional que desgasta, desorganiza y enferma.

Clara solo empezó a retomar el control cuando decidió hacer lo opuesto a lo que había hecho hasta entonces:

• Dejó de callar.
• Pidió una reunión. Llevó registros. Se posicionó con firmeza — y con respeto.

No con rabia. Sino con consciencia.
Y fue en ese acto de presencia donde comenzó su liberación.

La verdad es que esta historia es real. Cambiamos el nombre, pero no el impacto.

Esa es la línea que divide el desgaste de la reconstrucción. Y tal vez tú, que siempre me acompañas, estés exactamente en ese punto de decisión.

Pero ¿cómo poner esto en práctica?

Aquí tienes tres movimientos posibles — simples pero transformadores — para que puedas aplicarlos de forma dinámica:

1. Reconoce el patrón
Antes que nada, ponle nombre a lo que está ocurriendo. El liderazgo tóxico no siempre grita — muchas veces, susurra en tonos de control, manipulación o sarcasmo. Nombrar el dolor es el primer paso para romper el ciclo de la normalización.

2. Recupera tu centro interno
Busca prácticas de autorregulación emocional: respiración consciente, pausas intencionadas, escucha interna. No te posiciones desde el calor de la rabia, sino desde el terreno de la lucidez.

3. Responde con presencia
Esto puede significar pedir una conversación en privado. Decir con firmeza: “Prefiero que esta conversación no se dé en estos términos.” O incluso registrar los hechos con asertividad y responsabilidad. No se trata de ganar una disputa — sino de preservar tu dignidad.

Ahora bien, si realmente quieres saber cómo manejar estas situaciones, voy a presentarte tres pilares fundamentales que, estoy seguro, te convertirán en un experto comportamental cuando estos escenarios se presenten:

PILAR 1 — PRESENCIA CONSCIENTE

“La presencia no es estar en el ambiente. Es impedir que el ambiente te saque de ti.” — Marcello de Souza

La neurociencia de la presencia:

La verdadera presencia no es solo estar físicamente en un lugar. Es estar entero. Es mantenerse conectado consigo mismo incluso en medio del caos.
En el campo de la neurociencia, sabemos que el sistema nervioso autónomo se divide entre activación (simpático) y regulación (parasimpático). En ambientes hostiles, el sistema de amenaza toma el control, colocándonos en estados automáticos de lucha, huida o parálisis.

La presencia consciente activa la corteza prefrontal, permitiendo el acceso a la autorregulación emocional, toma de decisiones maduras y una comunicación más inteligente.

Es decir: la presencia no es una postura. Es una conversación interna que rescata el protagonismo psicoemocional frente a la falta de respeto.

Ejemplo: “Juliana y la reunión en la que volvió a sí misma”

Juliana, gerente de proyectos, relató una situación recurrente: cada vez que su jefe entraba en la sala, sentía el cuerpo tensarse, la mente dispersarse y la voz desaparecer.
Ella se mantenía “presente”… pero ausente de sí.

Durante el proceso de DCC (Desarrollo Cognitivo Conductual), Juliana aprendió a utilizar técnicas que yo llamo anclaje neuroemocional para sostener su propia presencia en las reuniones.
En la siguiente reunión, cuando fue interrumpida tres veces, respiró, tocó discretamente sus dedos en secuencia (ancla sensorial), y dijo:

“Si me permites terminar la idea, te aseguro que tendrá sentido.”

No hay duda: el silencio en la sala fue inmediato. Ella había vuelto a sí misma — y logró que los demás también lo hicieran.
¿El resultado? Ganó respeto, recuperó su espacio y comenzó a inspirar a sus colegas a hacer lo mismo.

“No se puede entrar dos veces en el mismo río, porque nuevas son las aguas y nuevo es el hombre.” — Heráclito de Éfeso

Cada interacción hostil exige un nuevo nivel de presencia — porque nos invita a no reaccionar en automático, sino a recrearnos frente a la adversidad.

Ejercicio práctico:

“3 MINUTOS PARA VOLVER A SÍ” — Ritual de Presencia en Ambientes Hostiles

1. Respira 3 veces con atención plena, enfocándote solo en la exhalación. Esto ayuda al sistema parasimpático a reducir la activación del estrés.
2. Toca discretamente tus dedos en secuencia (pulgar con índice, medio, anular, meñique). Esta técnica de grounding ayuda a anclar tu atención en el cuerpo, no en el miedo.
3. Repite internamente la frase:
“Estoy aquí. Me escucho. Soy presencia.”
4. Mantén contacto visual firme y amable. Evita desviar la mirada, ya que eso refuerza la internalización del valor personal.
Practícalo antes de reuniones, retroalimentaciones difíciles o cualquier situación en la que necesites mantenerte entero.

Recuerda: la presencia consciente es el primer paso para todo lo demás.

Sin ella, reaccionas en automático.
Con ella, eliges tu respuesta.
Y es en ese espacio entre el estímulo y la respuesta donde habita tu libertad.
Y quizá, como dijo Baltasar Gracián, “la atención es el cimiento del poder invisible”.

“La presencia no es estar en el ambiente. Es impedir que el ambiente te saque de ti.” — Marcello de Souza

PILAR 2 — COMUNICACIÓN FIRME Y NO VIOLENTA
“Decir lo que necesita ser dicho sin dejar de ser quien se es.” — Marcello de Souza
La psicobiología de la expresión auténtica:
La hostilidad genera miedo. Y el miedo suprime la voz.
En entornos opresivos, el cerebro activa el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), liberando cortisol e inhibiendo el área de Broca — el centro responsable de la expresión verbal consciente. El resultado es clásico: nos atascamos, nos bloqueamos, nos silenciamos.
Sin embargo, cuando practicamos la comunicación firme basada en la autorregulación emocional, activamos la corteza prefrontal y el nervio vago ventral — lo que permite respuestas más conscientes, empáticas y asertivas.
Es decir: comunicarse bien en ambientes tóxicos no es una cuestión de habilidad técnica — es una cuestión de soberanía emocional.
Ejemplo: “Rodrigo y el correo que cambió su historia”
Rodrigo, analista de marketing, recibía críticas públicas frecuentes por parte de su jefe, casi siempre en tono sarcástico.
Durante el proceso de Desarrollo Cognitivo Conductual (DCC), trabajamos la Comunicación No Violenta (CNV) aplicada al contexto corporativo.
Rodrigo, al ser nuevamente expuesto en una reunión, no reaccionó con rabia. Más tarde, escribió:
“Me gustaría compartir algo que me afectó en la reunión de hoy. Cuando se cuestionó mi trabajo públicamente, sentí frustración. Uno de mis valores es contribuir con excelencia, y creo que ese tipo de devolución, en un entorno privado, favorece mi rendimiento. Estoy disponible para ajustar lo que sea necesario — y para evolucionar con respeto mutuo.”
Ese correo generó incomodidad… y un reajuste.
El jefe empezó a actuar con más cautela. Y Rodrigo — aunque no recibió una disculpa explícita — sintió que había recuperado su voz.
“No son las cosas las que nos afectan, sino la opinión que tenemos sobre ellas.” — Epicteto
La Comunicación Firme parte de esta sabiduría: no reaccionamos a las palabras en sí, sino a lo que significan.
Cuando reestructuras el significado, cambias la respuesta — y transformas la relación.
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Ejercicio práctico:
“DE LA REACCIÓN AL POSICIONAMIENTO — Matriz de Reestructuración de la Comunicación”
Antes de hablar, pregúntate:
1. ¿Qué estoy sintiendo?
(¿Miedo? ¿Rabia? ¿Vergüenza? ¿Frustración?)
2. ¿Qué se violó en mí?
(¿Respeto? ¿Reconocimiento? ¿Justicia?)
3. ¿Cuál es mi verdadera necesidad aquí?
(¿Ser escuchado? ¿Ser respetado? ¿Ser incluido?)
4. ¿Cómo puedo decir esto con firmeza, sin agresividad?
Utiliza el modelo de CNV (Hecho, Sentimiento, Necesidad, Petición):
“Cuando ___ sucedió, me sentí ___. Eso me hizo dar cuenta de que necesito ___. Me gustaría pedir ___.”

Practica esto en voz alta antes de conversaciones difíciles.
El cuerpo necesita aprender a decir lo que la mente ya entendió.

Comunicarse con firmeza y sin violencia no es un don.
Es la práctica de decir lo que debe ser dicho sin dejar de ser quien se es.
No hablas para ganar.
Hablas para no perderte a ti mismo.

“Hablar es no permitir que el silencio se convierta en sumisión.” — Simone Weil

PILAR 3 — ALINEAMIENTO DE IDENTIDAD Y VALOR PERSONAL

“No eres lo que otros ven en ti — eres lo que piensas sobre ti mismo, incluso cuando nadie más te ve.” — Marcello de Souza

Neuropsicología de la Identidad:

Cuando estamos expuestos continuamente a entornos que nos desvalorizan, la amígdala cerebral registra una amenaza constante y el sistema límbico recalibra su percepción de valor.

En este proceso, ocurre una erosión de la autoimagen — un fenómeno conocido como internalización del abuso.

La persona comienza a dudar de sí misma no porque haya perdido competencia, sino porque ha interiorizado narrativas de invalidación.

La psicología cognitivo-conductual denomina a este fenómeno “distorsión cognitiva por desvalorización”.
¿La buena noticia? Así como el cerebro aprende a autosabotearse, también puede entrenarse para restaurar su sentido de identidad.

Este es el enfoque de este pilar: reconectarte con quien realmente eres — y no con lo que otros proyectan sobre ti.
Ejemplo: “Juliana y la Reescritura de la Autoimagen”

Juliana, gerente de proyectos en el sector de telecomunicaciones, pasó dos años en un equipo liderado por un jefe manipulador.
No era criticada directamente — pero era constantemente ignorada, desplazada y eclipsada. Comenzó el proceso diciendo algo que dolió:

“Creo que olvidé cómo ser buena.”

Durante el acompañamiento, realizamos un ejercicio de Línea del Tiempo del

Valor Personal:

Revisamos sus logros, rescatamos retroalimentaciones reales y reconstruimos su narrativa de potencia.

Resultado:

Juliana no solo recuperó su autoconfianza — fue ascendida seis meses después en otra empresa, tras haberse reposicionado con coraje y autenticidad.

“La mayor de todas las locuras es sacrificar la salud por cualquier cosa que no sea la propia dignidad.” — Arthur Schopenhauer

Este pilar trata exactamente de eso:

Cuando comprometes tu valor interno para mantener un lugar externo, terminas perdiendo ambos.

Ejercicio práctico:

“Espejo de Valor — Reconstrucción de la Imagen Interna”
1. Toma una hoja y escribe:
👉 “¿Quién soy yo, más allá de las opiniones ajenas?”
2. Enumera 7 palabras que definan tu esencia profesional. (Ej.: íntegro, creativo, comprometido…)
3. Para cada palabra, busca una evidencia concreta que la haya confirmado en tu trayectoria.
4. Cierra los ojos durante 2 minutos y visualízate actuando desde esos atributos — en una situación de presión.

Repite este ejercicio por lo menos durante 15 días consecutivos.

No estás entrenando autoestima.
Estás reinstalando tu identidad original — aquella que no necesita validación para existir.

Muchos pierden la voz, pero pocos pierden la esencia.
La buena noticia es que la esencia no se borra — se reconquista.
Cuando te alineas con quien realmente eres, el liderazgo tóxico pierde el poder de definirte.

Dejas de reaccionar…
Y comienzas a convertirte en el autor de tu propia narrativa.

EL SILENCIO ENTRE EL “BASTA” Y EL RENACER

El silencio puede proteger… pero también puede aprisionar.
Puede ser un refugio momentáneo — o la celda donde el alma comienza a perderse.
Callar puede ser sabio.
Pero también puede ser una forma sutil — y devastadora — de autoabandono.

Cada elección tiene un precio.
Pero solo una te mantiene íntegro.
Íntegro en el cuerpo. Íntegro en la psique. Íntegro en la dignidad.

Si estás viviendo este dilema, entiende: no es exageración, no es drama, no es sensibilidad excesiva.

Se trata de salud emocional, identidad profesional y del tipo de ambiente organizacional que estamos (re)construyendo cada día — con nuestras decisiones, nuestros silencios y, sobre todo, con nuestros límites.

• Porque cada vez que alguien guarda silencio ante el abuso, el sistema se fortalece.
• Cada vez que alguien decide callar su propio valor, el colectivo se debilita.
• Y cada vez que aceptamos lo inaceptable para mantener una posición, perdemos la más importante de todas: la de estar completos dentro de nosotros mismos.

Aquí, en este espacio de Desarrollo Cognitivo Conductual Humano y Organizacional, hay algo sagrado:

• La integridad no es negociable.
• El valor humano no es moneda de cambio.
• El respeto no es un premio — es un requisito previo.
Ya seas colaborador o líder, recuerda lo esencial:
Honrar tu propio valor es el primer paso para transformar cualquier cultura.
Y el primer gesto de transformación, a veces, es tan simple como valiente:
• Un “basta”.
• Un “conmigo, no más”.
• Un “no acepto menos de lo que merezco”.

Y que quede claro:

• Elegirte a ti mismo no es egoísmo. Es madurez emocional.
• Defender tu salud no es una ofensa. Es un deber ético.
• Poner límites no es debilidad. Es la máxima expresión del autocuidado y del liderazgo personal.

Al final, el respeto más importante no es el que el mundo te da —
Es el que cultivas por ti mismo, aunque nadie lo vea.
Aunque nadie lo entienda.

Porque en el silencio de una conciencia íntegra… tú sabes:
Valió la pena haberte elegido.

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