
CUANDO LIDERAR DUELE: LA CRISIS EMOCIONAL DE LOS NUEVOS GESTORES QUE NADIE QUIERE VER
“Liderar no es solo delegar tareas o apagar incendios. Es gestionar las tensiones invisibles que erosionan el tejido humano de las organizaciones.”
¿Alguna vez has sentido el peso de ser líder?
No me refiero solo a las metas inalcanzables ni a las hojas de cálculo interminables, sino a ese peso intangible que surge cuando los conflictos, las urgencias y la vida personal colisionan al mismo tiempo.
Hoy, liderar ya no es un cargo; es un campo de batalla emocional, intelectual y existencial. Y los nuevos gestores —aquellos que asumen por primera vez el desafío de liderar equipos— están en el epicentro de esta tormenta.
Gallup estima que el estrés laboral cuesta a las empresas 450 mil millones de dólares anuales. Por su parte, el Management Barometer 2025, elaborado por el Grupo Cegos, revela cifras que van más allá de las estadísticas:
• 73% de los nuevos gestores enfrentan conflictos entre departamentos
• 60% son consumidos por la gestión de urgencias
• 58% luchan por conciliar la vida personal con sus nuevas responsabilidades
Estos datos no son solo porcentajes; son retratos de una crisis silenciosa en el alma del liderazgo contemporáneo —marcada por la ausencia de seguridad psicológica, fragilidad emocional y dificultad para navegar entre presiones externas y conflictos internos.
Lo que nadie te cuenta sobre liderar:
1. Los conflictos no son fallas — son oportunidades.
Si los departamentos se enfrentan, quizá el problema no sea la “falta de comunicación”, sino la ausencia de un propósito compartido.
En lugar de apaciguar, crea alineación.
2. La urgencia es una adicción — y la adicción mata la estrategia.
Si todo es “para ayer”, entonces nada es prioritario.
Liderar es saber decir “no” sin miedo. Es proteger al equipo del caos y enfocar en lo que realmente importa.
3. Liderar no es renunciar a la vida — es tener elecciones.
Si al convertirte en gestor perdiste tu paz, algo está mal.
La productividad no se mide por horas trabajadas, sino por resultados entregados.
Entonces, ¿cómo salir de esta trampa?
✓ Deja de creer que necesitas tener todas las respuestas — tu papel es facilitar, no dictar.
✓ Desconfía del “modo crisis” — si todo es urgente, nada es estratégico.
✓ Recuerda: eres humano — liderar no es martirio.
Pero al menos una pregunta permanece:
¿Estás dispuesto a liderar de verdad o solo a ocupar una silla con un gafete que dice “gerente”?
En este artículo quiero provocarte a mirar estos desafíos no como fallas personales, sino como síntomas de un sistema que necesita ser repensado.
Vamos a explorar qué significa liderar hoy, por qué los nuevos gestores están sufriendo y, lo más importante, cómo transformar el caos en una oportunidad de crecimiento — para ti, tu equipo y tu organización.
La Realidad del Liderazgo Hoy: Un Terreno Inestable
Imagina la escena:
Ana fue ascendida para liderar el equipo en el que había trabajado durante cinco años como analista senior. Conoce los procesos, entiende los bastidores, tiene buena relación con todos. Pero ahora, sentada en la silla de gestora, todo cambió.
Los colegas ya no la tratan con la misma ligereza. Los conflictos entre los equipos de Operaciones y Ventas caen directamente en su regazo. Las urgencias estallan antes de que el café se enfríe. Y por la noche, el celular vibra con mensajes que no paran. Su hijo se queja de que está distante. Ella misma ya no se reconoce en el espejo.
Ana no está sola. Es el rostro invisible de una crisis silenciosa.
Hoy, liderar no es solo ejercer una función: es atravesar un campo minado emocional, relacional y cognitivo — muchas veces sin entrenamiento, sin mentoría y sin margen de error.
Según el Management Barometer 2025, del Grupo Cegos:
el 73% de los nuevos gestores enfrentan conflictos interdepartamentales,
el 60% están consumidos por la gestión de urgencias,
y el 58% luchan para equilibrar la vida personal con sus nuevas responsabilidades.
Estas cifras no son estadísticas frías — son gritos silenciosos de un modelo de liderazgo que enferma, aísla y agota.
La psicóloga Christina Maslach, referencia en estudios sobre salud mental y una de las pioneras en el estudio del burnout, es contundente: el agotamiento no proviene solo del exceso de trabajo, sino de la disonancia entre lo que el individuo valora y lo que la organización exige.
Esta desconexión es lo que vemos tras bambalinas — líderes intentando cumplir metas inhumanas, atrapados en sistemas que glorifican la urgencia e ignoran el sufrimiento.
En otras palabras, vivimos en un escenario donde todo es urgente — menos lo que realmente importa.
La cultura de la reactividad ha convertido el “modo crisis” en rutina.
Urgencias que podrían evitarse con estrategia se convirtieron en insignias de estatus. Un gestor que “resuelve todo” es aclamado como héroe — aunque esté al borde del colapso.
Como muestra la psicología del comportamiento, el cerebro humano busca alivio inmediato para reducir el estrés. Resolver una crisis activa el sistema de recompensa y libera dopamina — la misma sustancia asociada al placer instantáneo.
Pero este alivio momentáneo tiene un costo alto y oculto:
nuestra capacidad de pensar estratégicamente se va erosionando por respuestas automáticas e impulsivas.
Peor aún: con el tiempo, dejamos de producir serotonina — el neurotransmisor del bienestar — y comenzamos a operar bajo altas dosis de adrenalina y cortisol — las hormonas del estrés, la supervivencia y el agotamiento.
¿Tienes idea del efecto que eso tiene en tu mente? ¿En tu cuerpo? ¿En tu equipo?
Cuanto más el gestor apaga incendios, menos lidera — y más apenas sobrevive.
En este ciclo, se genera una legión de silos, una cultura de competencia disfrazada de colaboración y el mito peligroso de la espontaneidad organizacional: aquel que cree que la armonía en los equipos “simplemente sucede”, sin intención ni estructura.
Pero los conflictos entre áreas no son simples ruidos de comunicación.
Son síntomas profundos de culturas que aún operan como feudos, que recompensan rivalidades y enfrentan departamentos por recursos, reconocimiento e influencia.
¿Cómo crear colaboración cuando el sistema premia la guerra?
Aquí vale la provocación del neurocientífico Matthew Lieberman:
“La necesidad de conexión social es tan fundamental para el cerebro humano como el hambre o la sed.”
Los ambientes que fallan en nutrir la conexión y la seguridad psicológica activan las mismas áreas cerebrales asociadas al dolor físico.
Es decir:
trabajar en un equipo dividido, literalmente, duele.
Y quien siente ese dolor primero —y más intensamente— es el nuevo gestor.
¿Por Qué Es Tan Difícil Liderar? Una Visión Sistémica
La respuesta no está en los manuales de liderazgo ni en los frameworks de gestión tradicional.
Liderar, en los tiempos actuales, es un acto de humanidad en medio del colapso de los modelos antiguos.
Para entender por qué tantos nuevos gestores están sufriendo, es necesario mirar más allá de los síntomas y tocar las raíces del problema: culturas que desconectan, sistemas que enferman y narrativas que aprisionan.
1. Conflictos: El Espejo de Culturas Fragmentadas
Los conflictos entre departamentos no son simples ruidos operacionales — son reflejos de estructuras que priorizan el rendimiento por encima de la relación.
Cuando las áreas compiten por recursos, estatus o protagonismo, no está en juego solo el presupuesto: está en juego la ausencia de una visión compartida que una propósitos y disuelva los feudos.
La neurociencia arroja luz sobre este impasse:
las situaciones de desacuerdo activan el sistema límbico, responsable de respuestas emocionales primarias como el miedo, la amenaza y la defensa. Para el nuevo gestor —a menudo sin repertorio emocional consolidado— mediar estos conflictos es como caminar en un campo minado sin mapa.
Sin una cultura de seguridad psicológica ni herramientas de comunicación no violenta, el conflicto se cristaliza. Lo que podría ser una oportunidad de alineamiento se convierte en una fuente constante de tensión y retracción.
Tómate un momento y reflexiona:
¿Cómo sería tu liderazgo si cada conflicto se viera como una invitación a la conexión y al fortalecimiento de vínculos?
2. Urgencias: El Culto Disfrazado de Reactividad
Vivimos en la era del “modo crisis”.
Responder correos a las 23:00, resolver todo en tiempo real y estar siempre disponible se han convertido en insignias de valor — pero en realidad, son señales de agotamiento encubierto.
La psicología del comportamiento explica esta trampa:
al resolver una urgencia, el cerebro libera dopamina, generando una falsa sensación de deber cumplido. ¿El problema? Esa recompensa es efímera. Con el tiempo, el sistema nervioso se adapta, y la búsqueda de alivio se convierte en una dependencia de la reactividad.
Peor aún: las decisiones tomadas bajo presión frecuente activan el sistema de parálisis, lucha o huida, reduciendo nuestra capacidad de pensar de manera analítica y estratégica.
A largo plazo, el gestor se vuelve reactivo, impulsivo y emocionalmente drenado — un ejecutor de crisis, no un conductor de rumbos.
Tómate un momento y reflexiona:
¿Cuántas de las urgencias que consumen tu energía podrían evitarse con planificación, prevención y una delegación consciente?
3. Vida Personal vs. Profesional: El Mito de la Omnipresencia
Quizá el desafío más humano (y menos debatido) del liderazgo contemporáneo sea el colapso de la frontera entre vida y trabajo.
El nuevo gestor, ansioso por probar su valor, muchas veces cree que “poder con todo” es su nuevo apellido.
Y sin darse cuenta, entra en colapso silencioso mientras lleva el disfraz de la productividad.
Vivimos en una cultura que confundió dedicación con martirio.
Ser el último en salir se volvió mérito.
Estar siempre conectado, símbolo de valor.
Pero la filosofía estoica nos recuerda: no controlamos el mundo externo, pero podemos elegir cómo reaccionamos ante él.
Y la neurociencia corrobora: el estrés crónico compromete el córtex prefrontal — la región del cerebro responsable por la empatía, la toma de decisiones y la autorregulación emocional.
Es decir:
un líder agotado piensa peor, siente menos y se conecta superficialmente.
Su equipo lo nota. Y peor aún: lo replica.
Haz una pausa y reflexiona:
¿Qué límites necesitas honrar para proteger lo más precioso — tu claridad mental, tu presencia afectiva y tu integridad emocional?
¿Y Si el Problema No Eres Tú?
¿Y si el problema no es tu competencia — sino el sistema en el que fuiste insertado?
¿Cuántas veces te culpaste por no “dar abasto”? Por no responder todo, por no liderar con maestría, por no conciliar agenda, equipo, familia y sueño?
¿Cuántas noches repasaste mentalmente un conflicto mal resuelto o una reunión en la que callaste lo que realmente pensabas?
Tal vez la falla no esté en ti — sino en un modelo de liderazgo diseñado para un mundo que ya no existe.
El paradigma tradicional, forjado en la era industrial, se levantó sobre tres pilares: previsibilidad, control y obediencia. El líder ideal era el que dominaba procesos, reducía variables y mantenía todo funcionando como una máquina.
Pero los líderes no dirigen máquinas. Dirigen personas. Y las personas viven, sufren, cambian, resisten y sueñan—todos los días.
Del VUCA a la Permavucalution: La Crisis como Condición Permanente
En los años 1990, el término VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity y Ambiguity), acuñado por los militares de EE. UU., buscaba describir el contexto posterior a la Guerra Fría. Rápidamente entró en las organizaciones: el mundo se había vuelto incierto, mutable, fluido. Era necesario adaptarse.
Pero lo que fue excepción se convirtió en norma. Y lo que era inestabilidad se volvió hábitat.
Las crisis ya no son episódicas—son continuas. Es en este contexto donde surge el concepto de Permavucalution, acuñado por Bob Johansen, futurista del Institute for the Future. La fusión de “permacrisis” (crisis permanentes) + “VUCA” + “evolution” revela el nuevo escenario:
“Los líderes ya no enfrentan desafíos temporales. Viven en estados prolongados de mutación, que exigen presencia, plasticidad mental y coherencia interna.” — Bob Johansen, Leaders Make the Future
En la Permavucalution, liderar es bailar en el huracán sin perder el eje. No se trata de sobrevivir un momento crítico, sino de aprender a fluir con la inestabilidad—sin disolverse.
¿Qué exige esto?
Exige nueva conciencia de uno mismo y del sistema. Exige autoconocimiento emocional, flexibilidad cognitiva y la habilidad de cultivar seguridad psicológica incluso en entornos tensos.
Pero lo más difícil no es aplicar herramientas—es cuestionar narrativas antiguas:
• que confunden liderazgo con control,
• productividad con urgencia,
• disponibilidad con valor personal.
“El verdadero dilema del líder moderno no es lidiar con la complejidad externa, sino con la contradicción interna entre quien es y el rol que se espera que represente.” — Marcello de Souza
Te provoco:
➤ ¿Y si, en lugar de adaptarte a un modelo obsoleto, rediseñaras las engranajes de tu propia forma de liderar?
➤ ¿Y si dejaras de intentar “dar abasto” y comenzaras a dar sentido?
➤ ¿Y si tu liderazgo se convirtiera en un laboratorio vivo de experimentación, equilibrio y autenticidad—even en el caos?
Cómo convertir el caos en sentido: Una aproximación integrativa
Imagina esta escena:
¿Recuerdas a Ana? Durante una reunión estratégica, un analista interrumpe con una sugerencia que desafía el plan del gestor recién promovido. El ambiente se congela. Todas las miradas se vuelven hacia ella—tiene dos segundos para elegir entre defender su ego o construir en conjunto.
Respira. No responde con rapidez. Hace una pausa y pregunta:
“¿Qué te llevó a pensar así?”
En ese instante, no solo está gestionando un conflicto—está sembrando una nueva cultura. Ese es el punto central: liderar no consiste en controlar el caos, sino en aprender a danzar con él. No es tener todas las respuestas, sino formular las preguntas adecuadas. No es buscar rendimiento a cualquier precio, sino crear condiciones para que el equipo florezca bajo presión.
Liderar en tiempos de Permavucalution es, ante todo, un acto de lucidez cognitiva, madurez emocional y responsabilidad colectiva.
A continuación presento tres ejes fundamentales—extraídos del Desarrollo Cognitivo Comportamental Organizacional (DCCO), la neurociencia aplicada y el liderazgo contemporáneo—para transformar tensión en claridad, y caos en sentido:
1. Conflictos: Transforma la Defensa en Diálogo con Seguridad Psicológica
La neurocientífica Tania Singer demostró que el cerebro humano reacciona al juicio con la misma activación neural que el dolor físico. Eso significa que, en entornos donde los líderes castigan errores o ignoran ideas divergentes, el cerebro opera en modo amenaza—reduciendo creatividad, memoria de trabajo y empatía.
Amy Edmondson acuñó el concepto de seguridad psicológica para esto: crear espacios donde el error se convierta en aprendizaje y la discordancia en conexión.
¿Cómo cultivarlo?
• Practica escucha generativa: escucha sin buscar defender tu tesis.
• Al mediar conflictos, cambia el foco de la persona al proceso.
• Reformula la tensión como signo de pluralidad: “Aquí tenemos dos mapas diferentes. ¿Vamos a construir juntos el territorio?”
Consejo neurocomportamental: Entrena a tu cerebro para responder, no reaccionar. Una pausa de 10 segundos activa el córtex prefrontal y desactiva el sistema límbico.
Ejemplo práctico: frente a una tensión entre equipos, di:
“No quiero resolver esto con prisa. Quiero entender qué cree cada uno que es esencial. Solo así encontraremos un camino común.”
2. Urgencias: Sal del piloto automático y reconquista la intención
La mayoría de las urgencias organizacionales surgen de la falta de priorización, claridad de roles y ausencia de rituales de alineación. Pero hay algo más profundo: resolver crisis rápidamente genera un pico de dopamina—el neurotransmisor de la recompensa. Pero esto crea una adicción comportamental a apagar incendios, que suprime la estrategia y desgasta el liderazgo.
“La urgencia constante no es señal de dinamismo—es síntoma de un sistema que falla en planificar.” — Marcello de Souza
¿Cómo romper ese ciclo?
• Usa herramientas como la Matriz de Eisenhower para diferenciar lo realmente urgente de lo que solo lo parece.
• Inicia cada día con tres preguntas:
1. ¿Qué es esencial?
2. ¿Qué puedo delegar?
3. ¿Qué puede esperar?
• Di “no” con generosidad, claridad y contexto.
Ejemplo práctico: cuando surge una “nueva urgencia”, responde:
“Gracias por plantearlo. Vamos a analizar si es más eficaz solucionarlo ahora o estructurar algo sostenible para mañana.”
3. Equilibrio: Modela el Liderazgo Humano—Empezando contigo
Estudios del HeartMath Institute muestran que el estrés crónico desequilibra la variabilidad de frecuencia cardíaca, afectando el razonamiento, la toma de decisiones y la empatía. Los líderes agotados no solo pierden desempeño—difunden ansiedad por osmosis emocional. Recuerda: “No se puede liderar con claridad cuando se vive con prisa.” — frase filosófica que comparto con mis clientes.
¿Cómo rescatar tu presencia?
• Establece rituales de transición entre el rol profesional y el personal: camina, respira o guarda 5 minutos de silencio al finalizar la jornada.
• Practica autocompasión consciente: cambia la pregunta “¿Por qué no puedo?” por “¿Qué me está pidiendo aprender esta situación?”
• Haz visibles tus límites. Tu equipo no necesita un héroe agotado, sino un humano coherente.
Ejemplo práctico: expresa con firmeza y cariño:
“A partir de hoy, no responderé mensajes después de las 19h. Quiero modelar el respeto por el tiempo de todos nosotros.”
En otras palabras, transformar el caos en sentido exige más que técnicas. Requiere presencia, lucidez y el compromiso de convertirte en el tipo de líder que te hubiera gustado tener. El liderazgo que florece en tiempos difíciles no comanda con rigidez, sino que crea espacio para que otros respiren, piensen, sientan y colaboren.
La Invitación a la Transformación
Liderar, en su esencia más noble, no trata de estatus, metas o control—sino de presencia, discernimiento y coraje existencial.
El coraje de ver lo que es invisible, de nombrar lo que está confuso y de crear sentido donde antes solo existía sobrevivencia.
Porque, al final, el mayor campo de batalla no está entre departamentos, sino entre versiones de ti mismo.
Entre el gestor que repite patrones…
Y el líder que los resignifica.
Entre quien intenta con todo…
Y quien se permite construir junto a otros.
El caos externo nunca será más ensordecedor que el silencio no enfrentado dentro de ti.
Por eso, antes de buscar un nuevo método, pregúntate:
“¿En quién me estoy convirtiendo al liderar así?”
Puedes seguir apagando incendios—o puedes rediseñar el ecosistema.
Puedes correr contra el reloj—o puedes crear tu propio tiempo.
Puedes ponerte armaduras—o asumir la integridad como tu nueva autoridad.
El liderazgo del futuro nace del coraje de vulnerabilizarte en el presente.
Por eso hago una pausa para lanzar una pregunta sincera:
¿Qué elección puedes hacer hoy que tu “yo del futuro” agradecerá?
Ya sea pequeña—como una pausa consciente.
O profunda—como esa conversación que estás evitando.
Porque no hay liderazgo transformador sin un líder en constante transformación.
¿Por qué “Cuando Liderar Duele”?
Porque duele, sí.
Pero no es un dolor visible—no queda en expedientes ni genera bajas médicas. Es un dolor silencioso que se instala tras bastidores del alma y no aparece en los informes de desempeño, pero moldea cada decisión tomada bajo tensión.
Es el dolor de intentar ser ejemplo… mientras te desmoronas por dentro.
Es el dolor de tener que “dar abasto”… cuando lo que más deseabas era pedir ayuda.
Es el dolor de no caber más en el modelo… y aún no saber cómo crear uno nuevo.
Esa es la crisis emocional que nadie quiere ver—ni los líderes, ni las organizaciones.
Porque asumir que liderar duele es un acto subversivo.
Es admitir que el gafete no anestesia.
Que el cargo no resuelve.
Que el título no blinda de las vulnerabilidades humanas más profundas.
Pero quizá ese dolor es precisamente el punto de inflexión.
Porque solo el dolor legítimo tiene el poder de despertar de la anestesia organizacional.
Solo él nos saca del piloto automático y nos invita a la reinvención.
Cuando liderar duele, es porque está naciendo una nueva forma de liderar.
Más honesta.
Más consciente.
Más alineada con lo que somos y lo que el mundo necesita.
Así que no silencies tu dolor—escúchalo.
No es debilidad. Es brújula.
Y si está presente… es porque llegó la hora de cambiar el juego.
Bienvenido a la era de los líderes que sienten.
Porque solo quien siente… puede verdaderamente transformar.
Dr. Marcello de Souza es especialista en Desarrollo Organizacional y Comportamental Humano con más de 27 años de experiencia transformando líderes y culturas en entornos desafiantes. A través de un enfoque integrativo que combina neurociencia, psicología y gestión, ofrece insights profundos y herramientas prácticas para que los líderes desarrollen presencia, autoconocimiento e impacto duradero. Conéctate con él en LinkedIn y YouTube para reflexiones exclusivas que inspiran evolución personal y organizacional.
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